Capítulo cuatro

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"La paz...no es más que una dulce mentira para nosotros. Mientras sigamos creando y defendiendo las diferencias que nos separan como si eso nos fuera a salvar, nuestro propio orgullo será el que nos asesine tarde o temprano"

A todo eso... ¿Cómo extrañar algo que nunca existió?

Para nadie era secreto que la mentira más piadosa es aquella que se cree aún cuando la realidad golpea sin piedad los ojos de quiénes la viven, aún cuando todas las pruebas están a simple vista y la mente se niega a aceptarlo, la falsa creencia que...los mantiene a flote entre otras tantas que abundan en el mundo, sobresaliente y resplandeciente por sus promesas de una reforma prometedora.

Pero...cuando las palabras pierden su significado y los juramentos se vuelven vacíos... ¿Qué es una mentira?

El ser humano necesita aferrarse a algo, sin importar lo que sea o lo que traiga a su vida, necesita creer en cualquier cosa que le traiga algún tipo de esperanza o estabilidad, y si eso significaba seguir a un grupo mayoritario...era válido. La paz y el caos eran los encabezados principales de la lista, los fundamentales, y por sobre todo, los que sembraban las bases del mundo. Si bueno o malo, correcto o incorrecto...al final del día, eran las decisiones que determinaban el camino a elegir.

La elección siempre sería propia, no existía excusa para ello.

Porque, a la hora de la verdad, no importaban las razones o las excusas por las cuales se llevaron a cabo las acciones, no. Sino los hechos, siempre serían los hechos los que al final de la recta harían peso, y eventualmente, cobrarían factura de las decisiones.

¿Eso...vale la pena...?

Las personas que disfrutaban de la feria lo sabían, con cada mordisco de comida sabor a paraíso que disfrutaban, con cada gramo de diversión que obtenían gracias a las atracciones, con cada respiro que daban gracias a la innumerable cantidad de personas que luchaban por mantener su la seguridad del pueblo, por supuesto que estaban conscientes. No obstante, aún faltaba muchos días y estaciones para que alguna de las decisiones que habían tomado les pasara factura, por el momento se dedicarían simplemente a disfrutar la vida y lo que el mundo podía ofrecerles.

Sí...aún faltaba mucho tiempo...


—¿Tienen todo listo?—.

—Sí, jefe, todo está listo—.

—Perfecto. No tardemos más tiempo y hagámoslo—.

Mientras tanto, las personas continuarían haciendo sus vidas ignorantes de lo que ocurre a su alrededor. De todas maneras, a menos que no atentara la vida de alguien directamente, no importaba.

¿Cierto?

—Aahh, qué buen día ha sido hoy— Cameron inhaló hondo con una sonrisa. —Nos tomamos fotos, comimos toda la grasa que quisimos hasta que no pudimos respirar, ganamos unas calcomanías de un panda guerrero ancestral en ese juego de encestar pelotas, y le ganamos a unos putos mocosos de ocho años en los jodidos carritos chocones. Aahh, inigualable, serotonina pura papá— Cameron asintió sin borrar su sonrisa.

Brayan solo pudo observarlo con los ojos entrecerrados.

—Cameron, luego de comer vomitaste tres veces y en la montaña rusa te desmayaste— el azabache le recordó aguantándose las ganas de darle una bofetada por su imprudencia. —Y la mamá de uno de esos niños te jaló el cabello hasta casi dejarte sin un mechón entero— bufó antes de volver a darle un sorbo a la limonada que bebía. —Si no fuera por su esposo que la alejó de ti, te hubiera dejado calvo—.

La Consciencia de la SangreWhere stories live. Discover now