Capítulo dieciocho parte dos

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Víctor sintió su mundo desmoronarse en ese instante.

Su garganta secarse y su estómago hundirse.

La tranquilidad, apetito, ganas de conversar y la buena vibra, se había esfumado en un segundo.

Las crudas palabras de su tío aniquilaron esa burbuja, y la reemplazó con ideas y pensamientos que lo confundieron profundamente.

«¿Q-qué...?» no lo entendía. «¿Por qué tío Jaime me dice eso...? ¿Qué huya d-de madre...? ¿Por qué...?» dudas que en el pasado, y hasta hacía minutos atrás, había intentado fervientemente enterrar, salían de nuevo a flote. Las mismas que le hacían cuestionar el amor de sus padres hacia él y su familia en general, las mismas que cada vez más le quitaban el sueño y no lo dejaban concentrarse, las mismas que...le planteaban pensamientos de querer escapar.

—Y como nadie de esta familia quiere decírtelo por culpa de la bruja narcisista de Acacia, entonces yo te lo diré antes de que esa arpía te consuma. Víctor, debes huir de ella y de esa casa lo más rápido que puedas y no voltear JAMÁS—.

No le hallaba sentido, no comprendía por qué se lo decía con tanta seriedad y angustia en su mirada que parecía querer abrazarlo y no soltarlo nunca. Las manos de Jaime apretaban levemente los hombros de Víctor, impidiéndole alejarse de él hasta que terminara de escuchar sus palabras, pero el peli cenizo no se movía de su lugar, se encontraba incapaz de salir de su shock y aceptar la verdad.

Todas las evidencias y testimonios se estaban juntando demasiado bien como para ser una simple coincidencia, Víctor quería seguir creyendo que se trataba de simples quejas hacia Acacia y nada tan serio como trataban de hacerle creer, pero estaba convencido de que su madre no era como se la estaban relatando. Una mujer manipuladora que solo piensa en sí misma y utiliza a las personas de su entorno para obtener lo que quiere sin importarle a cuántos hiere o consume en el proceso.

Lo creía imposible.

Ella era su madre, la mujer que lo crió, cuidó, dejó de asistir a invitaciones internacionales y a laborar para cuidarlo, se mató la espalda trabajando horas extra para comprarle todo lo que necesitó, se preocupa que él reciba una educación de excelente calidad y se guíe por el buen camino, que...lo ama por sobre todo. Todos los días se lo repite, y lo sabe porque la ha visto hacerlo desde que tiene memoria. Acacia nunca haría algo que fuera en contra de su voluntad o sin tener en cuenta sus sentimientos, porque solo quiere lo mejor para él y jamás lo lastimaría.

«¿Cómo...puedo desconfiar de madre cuando solo ha querido lo mejor para mí...? ¿Cómo puedo atreverme a ser un mal hijo y cuestionarla...? ¿Por qué...tengo dudas hacia ella...? N-no está bien, no lo está...madre no es así, no lo es...e-ella solo...solo...».

—Víctor, por favor, escúchame con atención— Jaime sacudió un poco a su sobrino para hacerlo reaccionar y que se enfocara en sus palabras, no el caos dentro de su cabeza. —No estás a salvo con Acacia, actualmente quién está poniendo en peligro tu vida es ella con ese "amor" y "cuidados" que dice darte, es una mentira del diablo, nada de lo que ella te dice es cierto—.

Víctor empezó a hiperventilarse.

—Pe...pero...— las palabras salían ahogadas y entrecortadas de su garganta, y lo asfixiaba, quemaba. —Madre solo...e-ella solo...—.

La Consciencia de la SangreWhere stories live. Discover now