Capítulo 45

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─¿Qué dices? ─susurré, mi voz apenas fue audible.

─Edmond tenía muchos secretos, demasiadas cosas que ocultaba hacía mis padres, yo solo quería apoyarlo, era mi hermano, lo quería, sin embargo, había muchas cosas que no solía comprender. Un día, Edmond vino a mi habitación hecho un manojo de nervios, se veía afligido, preocupado y me habló sobre ella, sobre Serafina ─una diminuta mueca se dibujó en él─. Hacía dos años y medio que el palacio la había contratado, era una doncella por lo que podrás imaginar que las cosas no eran tan sencillas como hubiésemos preferido que fueran, ella ordenaba su habitación por lo que solían verse seguido, además de que a mi hermano le gustaba pasar tiempo con los empleados en la cocina, ya sabes, la mayoría suele reunirse en los comedores y platicar, creo que fue inevitable para ellos no enamorarse. Serafina era una chica hermosa, cabello castaño claro, ojos marrones, piel un poco clara, labios carnosos y era amable, sociable, alguien bastante agradable con quien tratar además de ser educada.

─Supongo que cuando comenzaron a salir lo mantuvieron en secreto por mucho tiempo, eran discretos, al menos, intentaban serlo pero yo era curioso, demasiado entrometido en la vida de mi hermano, no me tomó mucho tiempo darme cuenta que se había enamorado de alguien y cuando le hice confesarme de quién, cometí la estupidez de burlarme de él por el hecho de que Serafina era una de nuestras empleadas, le aseguré que su relación terminaría fracasando tarde o temprano, que no tenían futuro juntos teniendo en cuenta que era el príncipe y futuro rey de Liechtenstein y ella una simple doncella sin un estatus importante en nuestro mundo, los reyes no iban a permitir ese romance entre ellos, mucho menos que ambos se comprometieran ─hizo una pequeña pausa, vi que le costaba hablar sobre el tema, no era sencillo para él confesarlo, abrirse. Estiré una mano y la coloqué sobre la suya, Carsten no dudó en tomarla y acariciarla entre la de él, sus ojos me agradecieron por ello, de verdad se veía la culpa en él─. Me comporté como un idiota al burlarme de ella, de él y de lo que sea que los dos estaban teniendo, fui un imbécil cada vez que la veía cerca de mi hermano e intentaba hacer que él saliera con otras chicas, conociera a otras mujeres que consideraba que podían estar a su alcance, la juzgué mal, soy consciente de ello. Pensaba que era una tontería de mi hermano, que solo estaba traído a ella y que pronto se le pasaría cuando conociera a alguien más pero no sucedió de ese modo, Edmond sabía que su relación sería prácticamente prohibida, que no podría ser pública, eso solo ocasionaría problemas hacia ambos, él comenzó a salir con algunas chicas pertenecientes a la realeza que mis padres consideraban buenas candidatas para él, solo para no levantar sospechas de su relación con la doncella, pero no era lo que él quería, de verdad la amaba, estaba enamorado de ella y estaba dispuesto a hacer lo que sea para poder quedarse a su lado.

Hizo una larga pausa, necesitando ordenar sus pensamientos, por unos largos minutos ninguno de los dos dijo una sola palabra.

─¿Qué pasó después? ─decidí preguntar porque sentía curiosidad por la historia, por saber qué había pasado con el hermano de Carsten.

Su mirada se volvió a oscurecer, podía ver la tristeza en aquellos ojos azules.

─Mis padres lo descubrieron ─habló de nuevo, su voz sonó pesada, con remordimiento, tristeza, coraje─. Por supuesto que no lo tomaron bien, ¿y sabes qué es lo peor de ellos? Que en algún momento yo estuve de acuerdo, decidí no apoyarlo, creí que mis padres tenían razón cuando decían que no debían estar juntos, que un amor entre ellos era imposible y jamás debía suceder, él no ascendería al trono con una doncella a su lado.

Negué para ambos.

─No es tu culpa, Carsten ─sentí la necesidad de decírselo, porque veía realmente la culpa en él.

─Claro que lo es ─insistió─. Apoyé a mis padres cuando se enteraron, traicioné a mi hermano aun cuando debía de ir a su lado, apoyarlo. Me dejé llevar por todas esas cosas que mis padres nos decían, creía que de verdad un romance con una doncella afectaría a la monarquía, eso jamás se había visto en Liechtenstein y mis padres no iban a permitirlo y yo estaba de acuerdo con ellos. Cuando Edmond me dijo que lo suyo iba en serio, yo solo pensaba en que había perdido la cabeza, de que pronto se le pasaría, había tenido algunos romances cortos, creía que era una tontería que pronto se les pasaría y dejé que mis padres hicieran hasta lo imposible para separar a ambos, para arruinarles la vida.

Si la corona te quedaWhere stories live. Discover now