18. San Valentín

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Habían pasado algunos días desde el cumpleaños de Aurora y el día de San Valentín se dejó ver en Hogwarts

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Habían pasado algunos días desde el cumpleaños de Aurora y el día de San Valentín se dejó ver en Hogwarts.

Las amigas de Aurora tenían todas pareja, así que ella se había quedado sola aquella tarde. Se dirigía a la biblioteca para buscar alguna lectura interesante cuando se encontró a Sirius por el pasillo.

—Hola, pequeña —saludó con su sonrisa traviesa—. ¿Cómo va eso?

—Aburrida. No tengo nada que hacer así que iré a bichear la biblioteca —respondió—. Pensé que el gran Sirius Black estaría con alguna cita hoy.

—Realmente, es el primer San Valentín que no paso con alguna chica hermosa —continuó diciendo—. Y... ya que no tienes nada que hacer... puedes ser mi chica hermosa de este año.

—Lo siento, Sirius, pero no tengo intención de ser una más del montón. Mucho menos de tu montón.

Aurora avanzó unos metros, pero Sirius siguió insistiendo.

—Lo siento, pequeña, me he equivocado de palabras —se disculpó—. No quería incomodarte. Solo quería saber si te gustaría dar un paseo conmigo por el Lago Negro y el bosque.

—Solo tienes que preguntarlo normal, bobo —sonrió ella—. Nos vemos en el patio para salir.

•••

Sirius esperó a Aurora sentado en el banco de piedra del patio. Apareció con su abrigo y el cabello recogido pocos minutos después. Partieron hacia el Lago Negro hablando tranquilamente de su mañana en clases.

—¿Y no tienes ninguna excusa para quedar conmigo? —inquirió Aurora.

—No necesito una excusa para quedar con mi mejor amiga —intentó excusarse.

—Sirius, mis mejores amigos son Edward y Remus.

—Entonces... ¿No em consideras de tus mejores amigos?

—No. Tú eres mi pretendiente. ¿Acaso no era eso lo que querías?

La espalda de Sirius se tensó y se le hizo la boca agua. Oír aquello le hacía derretirse a pesar del frío.

—Vamos, anda.

Aurora entrelazó su mano con la suya para guiarlo por el bosque.

Sirius lo admitía: había algo en Aurora. Pero era demasiado complicado. Su sonrisa era maravillosa. El brillo de sus ojos era especial. Su carácter era amable y sincero.

Y eso le hacía sentir débil. No, vulnerable. Sí, vulnerable, esa es la palabra.

Ella sonreía, él sonreía. Ella reía, él reía. Ella lloraba, él lloraba. Empatizaba mucho con ella. Si a ella le hacían daño, a él también se lo hacían.

Aurora Potter: la última Merodeadora (reescrito)Where stories live. Discover now