23. Descubiertos

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Aquellos primaverales días de mayo, Aurora sentía un par de ojos sobre sus hombros

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Aquellos primaverales días de mayo, Aurora sentía un par de ojos sobre sus hombros. Incluso cuando iba al Prado Clandestino con Sirius, se sentía intranquila. Llevaba esa sensación con ella desde que se unió a la Orden del Fénix.

Solo estar con Sirius la hacía mantener la paz en su mente. Sentía su cuerpo junto al suyo, su mano acariciando la suya y sus ojos mirando los de ella. Estar con él le hacía mantener la paz.

Intentaba leer tranquilamente bocabajo, pero las caricias de Sirius en su cuello y su espalda la distraían de todo. A veces, sentía que ni siquiera recordaba como respirar. Solo existían Sirius, Aurora y los besos que los unían.

—Así no puedo estudiar —dijo ella entre risas.

—No te traigo a un romántico prado con flores silvestres y la mejor luz del día para que tú te pongas a estudiar —contestó divertido, y volvió a dejar sus besos húmedos en mi cuello.

—Te quiero mucho, ¿sabías? —comentó.

—Me lo dices alguna que otra vez.

Ella se giró, tumbándose sobre la hierba. Miró los ojos de un tono grisáceo azulado de Sirius. Estaba apoyado sobre un codo. Su otra mano le acariciaba el carrillo cuidadosamente. Se aproximó a besarla.

Sirius, aunque no muchos lo supieran, era un romántico. Sabía qué hacer para que Aurora estuviera a segundos de besarlo también.

Sus labios se rozaron dulcemente. Pero, cómo siempre, poco a poco, se volvió ansioso e impulsivo. Cada vez que eso pasaba, no era Aurora la que iba a separarse (y tanto que no).

—Te amo, Aurora Potter —susurró Sirius, pegado a sus labios. Los volvieron a unir con un beso dulce y profundo.

—Y yo —contestó.

—Vaya, vaya, vaya...

Una voz lo asustó y se separaron al instante. El corazón de Aurora se le frenó al instante. James estaba ahí. Parado ante ellos con una mirada furiosa. Su hermano, que siempre solía sonreír, ahora era capaz de asesinarla a él y a su novio.

Se acercó a ellos, cogió del brazo a su hermana y tiró levantando a Aurora del suelo. Ella intentó luchar, pero no lo consiguió. James siempre había sido más fuerte que ella físicamente.

—James, por favor, escucha —rogó Sirius.

—¡Escúchame tú a mí! —gritó—. Te apoyé, te convertí en mi mejor amigo, te dejé pasar los veranos en mi casa, mandé a mi hermana a Francia ¡por ti! ¿Y así me agradeces? Eres un traidor, Canuto, un maldito traidor.

—¡Pero yo la amo! —admitió—. ¿No he dejado suficientemente claro que la protegería con mi vida?

James lo miró de arriba a abajo.

—Adiós, Sirius.

Tiró de Aurora. Ella miró hacia atrás. Sirius intentaba alcanzarlos. James se dio cuenta de que nos seguía... y sacó la varita amenazante.

Aurora Potter: la última Merodeadora (reescrito)Where stories live. Discover now