El Hormiguero

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La claridad del sol apenas se asomaba, en una de las calles más pobres de King's Landing un niño abre la puerta de su casa, el aire frio golpea su nariz, junto a sus pies descalzos está una canasta, ya algo maltratada, la toma sujetando de arriba y de abajo.

Al ponerla sobre la mesa empieza a sacar su contenido; huevos, leche, harina, arroz, lentejas y un par de papas. La Madre de la casa tenía un hijo en los brazos, le da al bebé al niño que había metido la canasta, prepara pan, huevos cocidos, guarda las papas y deja el arroz para la tarde. La familia se sienta, dos niños, el bebé y la madre, bajan la cabeza tomando las manos de sus hijos.

-Los misericordiosos Dioses nos han dado la dicha de comer está mañana, nos han mandado su gracia a través de su hija, santificada sea Alysanne Targaryen, primera con el nombre.

-Santificado sea su nombre. - responden los niños y empiezan a comer.

Los Hijos de la Noche ponen la última canasta antes de ocultarse, algunos en el orfanato, otros en los túneles, pero la mayoría a plena vista.

Dicen por ahí, "Barriga llena, corazón contento", y Alysanne, a pesar de no estar en King's Landing, tenía ganado el corazón del pueblo, los que sabían que era ella quien dejaba huevos, leche, harina, lentejas, arroz y papas.

Las Hormigas tenían bien construido el Hormiguero, preparándolo para cuando su reina se sentara en el trono.









































































Helaena sollozaba ante los hombres frente a ella, las lágrimas corrían con desespero por sus mejillas, Alicent estaba amordazada, asustada y con el corazón en la garganta.

-Una esposa no es un hijo - contestó Sangre-.  Tiene que ser un muchacho. - Sangre sostenía a los gemelos y empezó a acariciar la cabeza blanca de Jaehaera en un gesto obsceno.

-Decida pronto, Majestad. - dijo Queso. - Nos estamos aburriendo de esperarla, y si Sangre se aburre se va a divertir un rato con la pequeña dragón. - Alicent y Helaena se desesperaron más. - Escoge o los matamos a todos.

Helaena lloraba, se arrodilló suplicando por la vida de sus hijos y un nombre salió de sus labios.

-Maelor... - murmuró. Quizás lo dijo porque era el pequeño, y el que menos comprendía lo que pasaba, al contrario de Jaehaerys que tenía más conciencia de lo que ocurría.

- ¿La has oído, pequeñín? - Queso acercó su boca al oído del niño -. Tu mami quiere tu muerte. - Queso dirigió una sonrisa a Sangre.

Sangre sacó su espada, la cual fué golpeada por una más delgada, el hombre alto empujó a Sangre y los gemelos corrieron hacia su madre, la espada firme atravesó el cuello de Sangre.

Queso tomó a Maelor en sus brazos y salió corriendo, la capa blanca lo persiguió dando la alarma, gritando por la seguridad de los Príncipes Targaryen. Queso conocía más pasadizos pero una Hormiga al verlo le cerró el paso, finalmente, la espada de la capa blanca le cortó el cuello, provocando que Maelor se bañara en sangre.

Una tragedia se evitó ese día, la Fortaleza Roja se llenó de alivio, aunque Helaena no podía ver a Maelor sin que la culpa le estrujara el vientre.

Alicent bañó a Maelor para quitar la sangre, entre lágrimas abrazaba a su pequeño nieto.

Aegon al enterarse fué a ver a su esposa e hijos, estaban sanos y salvos, su madre abrazó a Aegon, este solo soltó un suspiro. No era un gran padre, todo lo contrario, siempre fué alguien ausente.

La Princesa del Pueblo | Aemond Targaryen | EN EDICIÓN Where stories live. Discover now