Cóndor

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El trabajo que le costó a Alysanne volver a conectar con Vermithor fué complicado.

No lograba entender como su propio dragón le quitó a uno de los seres que más amaba en la tierra.

Vermithor se refugiaba en las montañas, solía verlo desde el campamento con tristeza más que con odio o enojo.

Empezó a visitarlo y a acercarse a él, lo acariciaba, el dragón la notaba intranquila a su lado, durante días, en las tardes, iba al dragón y se recostaba cerca de sus alas en silencio, a veces incluso se quedaba dormida.

-¿Fué un impulso?... - le preguntó en Alto Valyrio. - ¿No reconociste todas las veces que volamos junto a Arrax?... - suspiró. - Sabes lo que guarda mi corazón y mis sentimientos, mejor que yo misma... Sabes lo que me duele. - el dragón hizo un sonido. - Si, debe quemarte tanto como a mi... Ambos cometimos errores... Ambos tenemos la culpa... Confíe en que él me amaba lo suficiente.

El dragón empezó a moverse, por lo que Alysanne se levantó, Vermithor se levantó cambiándose de lugar pero no se alejó mucho, solo se recostó del otro lado, mirando al horizonte.

Alysanne hizo una mueca, estaba dispuesta a irse cuando se percató que en el lugar donde estaba Vermithor había algo extraño... Una nidada. La Reina Roja se acercó y en ella encontró tres huevos de dragón.

-Vermithor... - volteó a ver al dragón. - Joder... - una sonrisa brotó de sus labios. - No sabía que podías hacer eso, pensé que eras macho.

Los dragones piden disculpas a su manera.

Se quitó su capa roja y con ella cubrió los tres huevos haciendo una bolsa improvisada, besó la piel de Vermithor.

-Gracias, taoba... - tomó los huevos y volvió al campamento.

Preparó una fogata especial, dos guardias custodiarán dos huevos y uno de ellos iba directo a la cuna del Principe Lucien Targaryen.

Las pocas lunas de vida que tenía trajo luz y felicidad a la Reina Roja, la cual se protegía el doble para proteger a su hijo.

El pequeño bebé era todo un ejemplo de la sangre Valyria, su piel era pálida y suave como las nubes, heredó los ojos verdosos de Alysanne y el cabello de plata como el de su padre.

Alysanne comenzó a montar a Vermithor de nuevo y recorría los cielos sin alejarse demasiado, los pobladores de los alrededores se emocionaban al ver al dragón de Bronce.

Una nota llegó y una sonrisa se formó en el rostro de Alysanne, tomó al pequeño Lucien envolviendolo en telas rojas, lo cargó y lo llevo con ella hasta Vermithor, subió con cuidado a este.

-Soves. - así como una vez la Princesa Alyssa llevó a Viserys y a Daemon a sus primeros vuelos de dragón siendo bebés, Lucian Targaryen recorrió los cielos en brazos de su madre en el lomo del Dragón de Bronce.

La Reina Alysanne voló hasta un bosque antes del Ojo de los Dioses, bajó del dragón cuidado y cerca de ella otro dragón apareció.

El Principe Daemon Targaryen bajó de Caraxes acercándose hasta su hija, la cual le sonrió.

-Hola, padre. - ambos príncipes se sonrieron ampliamente y Daemon centro su atención en el pequeño niño que su hija cargaba.

-Era cierto el rumor... - Alysanne alzó la ceja pero sonrió.

-Te presento a tu nieto. - Daemon tocó la mejilla del bebé, Alysanne se acercó un poco más, su mirada con su padre conectó.

-Es muy lindo, Alysanne... Se parece a tí, gracias a los dioses. - Alysanne alzó la ceja.

La Princesa del Pueblo | Aemond Targaryen | EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora