Capítulo 1. Qué pesadilla.

19.1K 577 147
                                    

No sé por qué pero siempre tengo la sensación de que los últimos días de verano son los mejores. Es como que sabes que ya se está acabando y los disfrutas más que cualquier otra cosa.

Me lo había pasado increíble todo el verano, de fiesta en fiesta con mis amigas y sin parar de viajar. Y como quedaba poco para volver a la realidad, habíamos organizado un viaje de despedida de verano en la Costa Brava, prácticamente en casa, porque vivíamos en un pueblo muy cercano de allí.

-Me encanta este sitio -sonrió María cuando entramos a una especie de pub cercano a la playa.

-Es muy guay -sonreí también.

Nos sentamos como en un reservado, y pedimos unas cuantas copas para todas.

Estábamos las de siempre, y aunque cada una se iba a ir hacia otro lado cuando empezara septiembre, estábamos muy felices por pasar los últimos días juntas.

-En verdad tengo ganas de empezar -sonrió María.

-Yo también -aseguró Sonia.

Asentí y di un trago a mi copa.

-¿Tú, Valentina? -me miró Andrea.

Me encogí de hombros y sonreí. Yo ya había acabado, y me tocaba buscar trabajo, algo que realmente me aterraba. Me daba pánico no saber qué era lo que quería hacer y no saber si iba a estar bien.

Siempre había soñado con conseguir el trabajo de mis sueños, con ir contenta y volver a casa de la misma forma. Que me apasionara lo que hiciera y que realmente me llenara. Pero cada vez lo veía más difícil.

Había estado buscando un montón de cosas, pero no encontraba nada que me convenciera del todo.

-Ya llegará, tranquila -sonrió María.

Asentí y me encogí de hombros sin solución.

-Es mejor esperar y asegurarte, que coger lo primero que te ofrezcan y que después no te guste -aseguró Andrea.

-Lo sé, pero odio vivir sin saber qué va a pasar -murmuré.

Inés sonrió y posó una mano sobre mi muslo.

-Si no siempre puedes venirte a Noruega conmigo -alzó las cejas.

-Sí, claro, al Polo Norte si quieres -dije sarcástica.

Ella asintió y yo negué con la cabeza sonriente.

Inés se iba a ir de erasmus y estaba más que emocionada, y también lo estaba yo por ella, aunque no podía evitar sentirme triste a la vez. La iba a echar mucho de menos.

-Venga, chupito -dio una palmada Andrea.

-¿Ahora? -la miré confusa.

-¿Algún inconveniente? -alzó las cejas.

Levanté las manos inocente y las demás rieron.

Llamamos al primer camarero que vimos y pedimos una ronda, que al final acabaron siendo tres.

Nos quedamos ahí a cenar, y seguimos con las copas mientras contábamos cualquier historia graciosa y sin sentido, a la vez que recapitulábamos el verano.

En una de esas que me levanté para bajarme un poco el vestido, me di cuenta de que en el reservado de enfrente había un chico que me sonaba mucho.

Me quedé observándolo y me volví a sentar al darme cuenta.

-Tías -puse el la mano sobre el muslo de Inés y Andrea.

No me hicieron ni caso y yo miré de nuevo al chico para saber si era quién pensaba.

Olas de intensidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora