Capítulo 35. Nada que no sepas.

8.8K 571 72
                                    

Al día siguiente tenía una resaca emocional en toda regla. Me desperté tarde, comí con mi hermano y mi madre, más que felices contándonos un montón de cosas y poniéndonos al día los unos a los otros. 

Por la tarde, vinieron mis amigas, con quienes por fin volvía a juntarme y a pasar horas y horas sin estar calladas ni un solo minuto. 

-Bueno, ahora pasamos al tema importante -habló Inés por encima de las demás para llamar su atención.

-¿A cuál? -la miró María expectante. 

La castaña dirigió la mirada hacia mí, y sonrió traviesa. 

-Ay, no -suspiré. 

-Dinos, Valen, ¿Qué ha pasado entre Gavi y tú? -alzó las cejas sospechosa. 

-No ha pasado nada -traté de esquivarla. 

-Mentira -saltó Andrea. 

Solté una risita y las demás fijaron sus ojos en mí. 

-Disimuláis un poco mal, que lo sepáis -advirtió de nuevo la rubia. 

.¿A qué te refieres? -fruncí el ceño. 

-Tía, ayer si a alguien le cabía alguna duda de que estabais juntos, ya se la aclarasteis -aseguró Sonia. 

-Pues mucho no le pudimos aclarar, porque no estamos juntos -rebatí. 

-Bueno, pero habéis follado -habló de nuevo Inés. 

Me golpeé la frente con la mano y negué con la cabeza. 

-No has dicho que no -me miró María. 

-Pues claro que no va a decir que no, si ahora mismo en su cabeza está repitiendo todas las escenas -sonrió Sonia. 

-Tía -la miré algo nerviosa. 

Soltó una risita y todas las demás. 

-Venga, suéltalo ya -pidió Inés. 

Entonces tomé aire, y me dispuse a contarles todo lo que había pasado entre el futbolista y yo. Sinceramente, decir todo lo sucedido en voz alta, me produjo una sensación extraña. O sea, ya había pensado muchas veces en él y yo juntos, en todo lo que habíamos hecho y en lo que esperaba que pasara a partir de entonces, pero contárselo a mis amigas era como asimilar todo eso, como si fuera en ese momento cuando se hacía realidad del todo. 

-Madre mía, Val. Te gusta de verdad -me miró asombrada Andrea. 

-Qué va -negué rápido-. O sea, sí, me gusta, pero no voy a dejarme llevar como la otra vez. Esperaré a...

-¿A qué? ¿A tener todo controlado como haces siempre? -me interrumpió Inés. 

-Pues sí -sonreí irónica-. No quiero que vuelva a salir mal, ni que nos hagamos daño otra vez -aseguré tranquila. 

-De verdad, con lo poco que cuesta dejar que las cosas sigan su curso... -suspiró Sonia. 

-Y estoy dejando que lo hagan, porque muchas veces no puedo controlarme. Pero necesito una cierta base a la que poder atenerme... -me encogí de hombros. 

Mis amigas negaron con la cabeza y se miraron entre ellas. Entendía lo que decían, y ojalá tuviera esa fuerza de voluntad para no sobrepensar las cosas y dejar que salieran como fuera, pero no podía. 

-Bueno, lo importante es que te está demostrando lo que le pides, y eso significa mucho -concluyó Inés.

-Eso es verdad -la apoyó María. 

Asentí y sonreí levemente, para luego quedarme un rato dentro de mis pensamientos. 

Cuando se fueron mis amigas, y después de una lloradita, subí a mi cuarto para cambiarme y ponerme el pijama. Al día siguiente tenía que ir a trabajar, y aunque estaba algo cansada, me hacía mucha ilusión, porque por fin vería a Belén y nos tomaríamos esa copa de vino que me había prometido. 

Olas de intensidadWhere stories live. Discover now