Capítulo 36. ¿Puedes llevarme a casa?

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En cuanto acabamos de comer, subimos de nuevo al despacho y nos pusimos manos a la obra. A pesar de que siempre teníamos todo bastante ordenado, ese día estaba siendo un caos. Papeles por todos lados, llamadas sin parar, apuntes, notas, ejemplares... Todo junto y revuelto. 

-Anda, por favor, llama a Martín de contabilidad y que venga -pidió Belén, quien no encontraba la solución a unas cuentas para la facturación de una de las cadenas de hoteles. 

Asentí y marqué el número que correspondía al despacho de contabilidad, para pedir que viniera Martín. 

Seguí trabajando con Belén a mi lado suspirando una y otra vez, moviéndose sin parar en la silla y hasta mordiéndose las uñas. 

-Buenas tardes -abrió la puerta Alejandro después de llamar-. Martín estaba en una llamada y me han mandado a mí -explicó algo tímido entrando. 

-Por favor, tienes que ayudarme con esto -se levantó la jefa hacia él, pasando por alto lo que acababa de decirle. 

El chico se acercó algo confuso ante las imploraciones de Belén y su agobio más que visible. Yo me quedé observándolos, tratando de no reír ante la situación. 

-¿Pero qué estás intentando hacer exactamente? -preguntó Alejandro confuso. 

-¿Cómo que qué estoy intentando hacer? Pues el presupuesto -contestó ella obvia. 

-¿El presupuesto? -frunció el chico el ceño-. Pero eso hay que hacerlo con los datos del año pasado primero. 

-Claro -contestó Belén encogiéndose de hombros. 

-¿Entonces por qué los estás haciendo con las ventas de este año? -preguntó el pobre sin entender nada. 

-¿Cómo con las ventas? -cogió el papel de sus manos. 

El chico se quedó mirándola, y ella automáticamente se llevó una mano a la boca. 

-Madre mía qué idiota soy, normal que no tuviera sentido lo que me estaba saliendo -se dirigió de nuevo a su sitio. 

Mordí mis labios hacia el inferior reprimiendo una risa y Alejandro dirigió la mirada hacia mí algo desconcertado. 

-Ay, siento mucho haberte hecho venir hasta aquí por esto -dirigió la mirada hacia el contable. 

-No, no, no te preocupes -sonrió él tranquilo. 

-Qué vergüenza -me miró Belén. 

Negué con la cabeza sonriente y la miré también. 

-Creo que deberías tomarte unas vacaciones -alcé las cejas. 

-Ni muerta -me cortó rápido. 

Rodé los ojos y dirigí la mirada hacia Alejandro, quien sonreía ante eso. 

-Bueno, si me necesitáis para algo más, me llamáis -ofreció dispuesto a irse. 

-Gracias, y lo siento -lo miró Belén. 

-Ah, espera -lo detuve-. Ya que estás aquí, ¿Puedes sacarme el informe sobre el proyecto con la revista "¡Hola!"? Creo que hay algo que no me cuadra, o no sé si yo también me estoy equivocando. 

-Claro, sin problema -sonrió amable. 

-Gracias -correspondí de la misma forma, a lo que salió del despacho. 

Tomé aire y volví a mi ordenador. 

-Se va a pensar que soy gilipollas -murmuró Belén. 

Solté una carcajada y la miré. 

Olas de intensidadOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz