Capítulo 38. No te preocupes.

11.5K 601 67
                                    

Después de desayunar, mi hermano me llevó a las oficinas, de las cuales le enseñé un poco la entrada y el vestíbulo. 

-Madre mía -miró todo impresionado. 

Sonreí y asentí, yo tuve la misma reacción. 

-Hey, Valen -escuché que me llamaban por detrás. 

-Ah, hola, Alejandro -me giré sonriente. 

Mi hermano se giró también y observó al chico que se acercaba hacia nosotros, quien lo miró algo extrañado.

-Alejandro, este es mi hermano, David. David, Alejandro -los presenté rápido. 

-Encantado -contestó el último tendiéndole la mano. 

-Igualmente -asintió mi hermano. 

-¿Subes? -me miró después el moreno. 

-Claro -sonreí hacia él-. Luego te llamo -miré a David. 

Nos despedimos de él y Alejandro y yo nos dirigimos hacia el ascensor, para después ir directos al despacho. 

-Hoy Belén no está, tenía una reunión fuera de la ciudad, así que podemos ocupar el espacio que sea -me dirigí hacia mi silla. 

-Genial, porque me temo que vamos a tener que hacer muchos papeleos -se posicionó enfrente. 

-¿Tan malo es? -elevé la mirada hacia él. 

Suspiró y se encogió de hombros, pero solo con ver su expresión ya supuse que sí. 

-Genial... -murmuré irónica. 

-Bueno, no te preocupes, lo resolveremos -le quitó importancia sacando el portátil. 

Asentí y saqué también el mío, aunque no tardé en dirigirme con la silla a su lado para mirar el suyo, pues ya tenía un montón de información. 

-¿Cuándo has hecho todo esto? -fruncí el ceño bajando páginas y páginas con el ratón. 

-No soy de dormir mucho -sonrió tranquilo. 

Alcé las cejas y tomé aire al llegar al final de todo. 

-¿Has llegado a alguna conclusión? -pregunté alejando un poco el portátil y cogiendo mi cuaderno de notas. 

-Desgraciadamente sí -murmuró sacando una carpeta de la mochila que tenía sobre la silla de su lado. 

-Algo me dice que no es buena -lo miré nerviosa. 

-Efectivamente -sonrió sin solución. 

Suspiré y me quedé observándolo esperando a que continuara. 

-Ayer dijimos que no salían las cuentas -recordó-. Cuando llegué a casa me puse a mirarlas, y la verdad es que no le encontraba ningún sentido. Hasta que me di cuenta de que el porcentaje de los impuestos que teníamos puestos sobre las revistas cada vez bajaba más y más. 

-¿Qué? -fruncí el ceño. La verdad es que no tenía ni idea de qué me estaba hablando. 

-Mira -se levantó tomando aire. 

Puso delante de mí el portátil y se apoyó con una mano en el respaldo de mi silla, mientras me señalaba en la pantalla una larga cadena de pagos. 

-Empieza con un porcentaje del 25%, que es el beneficio que nos llevamos nosotros por cada edición de la revista -comenzó a explicar-. Pero en la siguiente edición, ya baja a 24,99%, en la siguiente a 24,98; la siguiente a 97, y así todo el rato -siguió apuntando con el boli-. Eso al principio no se nota porque no es algo muy relevante, pero al hacer los cálculos, con el 25% que se supone que nos dan siempre, no corresponde, por muy pequeña que sea la diferencia -me miró obvio. 

Olas de intensidadKde žijí příběhy. Začni objevovat