Capítulo 24. Valen, por favor.

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La verdad es que llevaba la cabeza hecha un lío. 

Me molestaba que Gavi siguiera con su preponderancia y su ego, aunque tampoco sabía cómo debía comportarme yo. No sabía si sería mejor aclarar las cosas o dejarlo pasar. Sinceramente, después de tanto tiempo ya no le veía el sentido. Pero también me sabía mal no volver a quedar con los chicos por él, porque de alguna forma u otra los había estado evitando también. 

Cuando Pedri se fue, estuve toda la tarde metida en el despacho. Por suerte Gavi no volvió a aparecer, así que eso bueno que me llevé. 

Sin embargo, el trabajo cada vez me sobrepasaba más. Tenía un montón de cosas que hacer, y me daba rabia no acabar todo en el mismo día. Belén siempre le quitaba importancia, pero yo estaba dispuesta a quedarme hasta la hora que fuera con tal de terminar. 

-Venga, Valentina, vete ya, hija -se acercó a mí. 

-Espera, ya solo me queda lo de las redes sociales -pedí rápido. 

-Como no te levantes ahora mismo te despido -amenazó.

Alcé las cejas y dirigí la mirada hacia ella, quien trataba de reprimir una sonrisa, a lo que yo reí de forma tonta. 

-Vale, no podría hacer eso, pero venga, vete, por favor -me miró suplicante. 

Suspiré y rodé los ojos, para después cerrar el portátil y levantarme. 

-Tómate un descanso mañana, has trabajado mucho -dijo mientras recogía también sus cosas.

-Sabes que no voy a hacer eso -sonreí tranquila. 

Negó con la cabeza y me miró por encima de las gafas, a lo que me encogí de hombros. 

-Lo haré cuando me conteste el idiota de Mauricio -solté cogiendo mi bolso. 

-Entonces no lo harás nunca -ironizó conociéndolo. 

Suspiré y me dirigí hacia la puerta. 

-Hasta mañana -me despedí abriendo. 

-Descansa -contestó amable. 

Salí en dirección al ascensor, y después de bajar un montón de plantas, fui hacia mi coche. 

Cuando llegué a casa, mi madre ya había preparado la cena, así que me senté con ella contestando las típicas preguntas que hacían las madres mientras cenábamos. 

Al terminar, me levanté y fui directa a mi habitación, para dormirme enseguida después de cambiarme. 

Había veces que todos los días me parecían lo mismo. Siempre repetía el mismo proceso: me levantaba, me duchaba, me cambiaba, desayunaba e iba a la empresa. Y aunque a veces me resultaba aburrido, también lo agradecía. Me gustaba tener mi rutina y que todo fuera tranquilo y como siempre. No me gustaban las novedades. 

Sin embargo, cuando llegué al día siguiente a la oficina, había de todo menos normalidad. 

Llegué a mi planta, y vi a un montón de gente amontonada frente a mi despacho. Fruncí el ceño y mientras me paraba a analizarlos desde la lejanía, Belén salió del suyo dirigiéndose hacia mí. 

-¿Qué está pasando? -pregunté confusa. 

-Ve, anda -sonrió ella como sorprendida. 

La miré completamente descolocada y me acerqué hacia ahí, donde la gente empezó a hacerme hueco, para dejar ante mí, una imagen que no me esperaba para nada. 

Absolutamente todo el despacho estaba lleno de flores. En el suelo, en la silla, en las estanterías, en todos lados. Con el ramo que había tirado a la basura el día anterior encima del escritorio. 

Olas de intensidadWhere stories live. Discover now