Capítulo 21. Te voy a matar.

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"Mierda, mañana voy a buscarlo", fue la respuesta de Pedri. 

Negué con la cabeza y dejé el móvil, a la vez que mi madre entraba por la puerta. 

-Qué bien huele -entró a la cocina. 

-He hecho carrilleras -sonreí orgullosa. 

Asintió y se acercó para dejar un beso sobre mi cabeza. 

-¿Huele también a colonia de chico o soy yo? -frunció el ceño. 

-Ah, sí -solté una risita-. Ha venido Pedri a llevarse el chándal. 

-¿Qué chándal? ¿Éste? -lo levantó de la isla. 

-Mhm -asentí obvia.

Me miró confusa y yo sonreí. 

-Se lo ha dejado -contesté tranquila. 

-Ah, genial -ironizó-. ¿Qué tal estaba? 

-Bien, nada nuevo. Me ha pedido que fuera al partido de mañana, que resulta que al final es en Barcelona -expliqué mientras sacaba un par de platos y ponía la comida. 

-¿Irás? -me miró mi madre expectante. 

-Nah, qué va -negué rápido. 

-¿Por? Pensaba que Pedri era tu amigo -cogió uno de los platos. 

-Y es mi amigo -elevé la mirada hacia ella. 

-¿Entonces? 

-¿Entonces qué? -no entendí nada. 

-¿Un amigo te pide que vayas a un partido suyo y no lo haces? -explicó. 

-Sobrevivirá, mamá -rodé los ojos. 

-No me refiero a eso, cariño -sonrió-. Pero, ¿Realmente no quieres ir? 

Suspiré y me senté en el taburete después de dejar el resto de comida a un lado. 

-Sí, quiero ir, pero no quiero ver a Gavi -murmuré sin solución. 

-En los partidos que vemos en casa lo ves también -me miró obvia. 

-Ya, pero no es lo mismo en persona -la imité. 

-¿Por qué no? 

-Porque no quiero encontrármelo de cerca, ni que me hable -contesté buscando alguna razón. 

-¿Y quién dice que va a hablarte? Quizá ya le des igual y haya superado todo -rebatió. 

-Joder, mamá, tú sí que sabes cómo animar a alguien -balbuceé sarcástica. 

-No, hija, a ver. Si no habéis hablado en tanto tiempo, no creo que vaya a hacerlo ahora. Y tú solo te estás perdiendo cosas por tratar de evitarlo. 

Tomé aire y me quedé observándola. No sé qué estaba intentando. 

-Me da igual. Déjalo, ¿Vale? -sentencié. 

-Está bien -levantó las manos inocente. 

Suspiré unas cuantas veces y me dispuse a comer, aunque ni siquiera tenía demasiada hambre. 

Todo el resto del día estuve pensando en el partido y en lo que me había dicho mi madre. Quizá tenía razón. Quizá a Gavi yo ya le daba completamente igual, y que fuera al partido ni siquiera haría que se inmutara. Además, igual hasta tenía novia o lo que fuera, y ni siquiera se acordaba de mí. 

Me tumbé larga en la cama y le di vueltas una y otra vez, tratando de adivinar en qué situación estaba el sevillano, sin llegar a ninguna conclusión. 

Olas de intensidadWhere stories live. Discover now