Capítulo 3. Soy imbécil.

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Apenas a cinco metros estaba la puerta que había dicho y con su segurata correspondiente, al que se le acercó para decirle lo que fuera, quien lo miró con cara de "eres un triunfador", haciendo que a mí se me revolviera de nuevo el estómago. Por suerte nos dejó pasar sin poner ningún inconveniente, y salimos directos a la zona del parking.

-Por aquí -me guió el sevillano con su mano en mi espalda baja.

Seguí sus indicaciones y pronto llegamos ante un coche grande gris, parándonos en el lado del copiloto ante la oscuridad de la noche y el barullo que se escuchaba dentro de la discoteca.

Saqué el móvil del bolso y todavía temblorosa busqué el nombre de Inés en mis contactos. Presioné sobre el botón de llamar, pero no me lo cogió. Colgué y llamé a todas y cada una de ellas, de las cuales ninguna me contestó.

Entonces me di cuenta de que se habrían dejado los bolsos en el reservado mientras estaban abajo bailando en la pista.

-Mierda... -murmuré con ganas de llorar otra vez.

Me llevé las manos a la cara y el sevillano se acercó un poco más a mí.

-Venga, tranquila, ahora te contestará alguna -trató de calmarme.

Los ojos se me humedecieron de nuevo, y volví a hacerme muy pequeña de un instante a otro, a sentirme sucia y con un dolor enorme en todo el cuerpo.

El futbolista chasqueó la lengua y rodeó mi cuerpo con sus brazos, haciendo que quedara envuelta por ellos mientras aplastaba los míos entre nuestros cuerpos.

-No pasa nada... -susurró acariciándome la espalda de forma suave.

-Lo siento... -acerté a decir.

Estaba cuidándome como si me conociera de toda la vida y no tenía por qué hacerlo. Le estaba jodiendo la noche sin ni siquiera tener nada que ver conmigo, y no podía sentirme peor. Aunque me daba un miedo terrible quedarme sola en esos momentos, así que no podía pedirle que se fuera.

-No me pidas perdón, por Dios -rechazó rápido.

Me encogí un poco más en sus brazos y él me apretó con un poco más de fuerza.

-Cuando te tranquilices entramos a buscarlas o pensamos en algo -ofreció con calma.

Asentí como pude y seguí sollozando, seguramente manchando su camiseta con mis lágrimas, cosa que no podía comprobar porque tenía la cara pegada a su pecho.

Traté de tomar aire unas cuantas veces, mientras él suspiraba y seguía sin soltarme.

Una vez conseguí recuperar un poco el sentido, me separé lentamente y me sequé la cara con las manos.

-No quiero volver a entrar -dije con la voz entrecortada.

Asintió clavando sus ojos en los míos, y yo traté de hacer lo mismo, aunque no duré mucho y volví a agachar la cabeza.

No quería encontrarme con el tío ese ni que la gente me viera así.

-¿Te acuerdas de alguna prenda así llamativa que llevara alguna de tus amigas? -preguntó Gavi.

Fruncí el ceño y lo miré algo confusa, tratando de recordar lo que me pedía.

-Inés llevaba un top naranja fosforito de tirantes y pantalones blancos -acerté a decir.

Asintió y sacó su móvil del bolsillo.

Me quedé observándolo mientras veía cómo entraba en contactos y empezaba a llamar a alguien.

Cuando se lo cogieron, se llevó el móvil a la oreja.

-¿Pedri? -preguntó tapándose el otro oído-. ¿Me oyes?

Olas de intensidadWhere stories live. Discover now