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El dolor y el mareo de ser alimentado siempre fueron soportables cuando la señora Dimitrescu te tenía en sus brazos. Estabas mareada y dolorida, saliendo de la oleada de múltiples orgasmos, pero estabas acurrucada contra su suave pecho y envuelta en las mejores sedas y lino. El sueño vendría fácil, siempre lo hacía cuando tu Ama bebía de ti.
Pasó sus dedos por tu cabello, meciéndote suavemente mientras tarareaba una canción de cuna. La habitación estaba a oscuras, el fuego crepitaba en el hogar y las cortinas estaban cerradas para bloquear los vientos invernales.
Dormitabas satisfecha. A pesar de lo agotador que fue, te alegraste de mantener a tu Ama. El placer y la intimidad abrumadores, los elogios y la cercanía: soportarías cualquier dolor por ella. Ella te trajo a este castillo para protegerte, te mantuvo aquí por tu propia seguridad. Te encantaba pertenecer a ella.
Un fuerte estruendo sonó desde algún lugar del castillo.
Parpadeaste despierta, mirando a tu alrededor confundido. "¿Ama?"
Estaba alerta, mirando la puerta con los labios fruncidos y el ceño fruncido. Después de un momento de nada, más sonido resonó por los pasillos. Era una cacofonía de gritos y golpes. Te tensaste, aferrándote al vestido de la señora Dimitrescu.
