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Si se te hubieran dado a elegir en qué manos pasar los últimos minutos de tu vida, nunca habrías elegido las manos de Leon S. Kennedy.
De hecho, preferirías acostarte en un charco de tu propia sangre, alejarte de él lo más posible, dejando oscuras rayas escarlata detrás de ti, que dejar que él te ayude. Después de todo, a pesar de todo su amor por este hombre, él te causó un dolor muy fuerte. Incluso más fuerte que lo que sientes ahora, cuando intentas ponerte de pie apoyándote en las palmas desgarradas, escupiendo una espesa espuma de sangre.
Bueno, los civiles comunes difícilmente pueden resistir un arma biológica gigante que ha aplastado a un grupo de personas como si fueran insectos hasta este momento, pero Ada Wong fue derribada solo ligeramente por un golpe, lo que le hizo perder el conocimiento por un tiempo, luego tu fuiste lanzada con tal fuerza que los órganos dentro parecen haberse convertido en papilla.
Pero en ese momento ya no te importó. El dolor atravesó cada célula de tu cuerpo y el único deseo en tu cabeza era esconderte de él en alguna parte. Leon y su infinito amor por Ada ya no te importaba, pero este dolor siempre permanecerá en tu corazón. Después de todo, él acudió en su ayuda y no en la tuya.
Empezaste a toser sangre. En cada inhalación se volvía cada vez más insoportable respirar, y luego perdiste ese frágil equilibrio que encontraste por un par de segundos cortos, colapsándote sobre fragmentos de vidrio que se desmoronaron bajo tu peso. Todo nadaba ante tus ojos. ¡No tenías la fuerza para maldecir a nadie porque todo lo que querías no eran abrazos y una declaración de amor, sino que este doloroso infierno terminara más rápido! Un gruñido escapó de tu garganta cuando alguien trató de voltear tu cuerpo y proporcionar primeros auxilios, pero solo salpicó sangre de tu boca.
"Dios", la compañera de Leon te miró con grandes ojos asustados, tratando de pensar en algo, pero se detuvo cuando reuniste los restos de tu fuerza y agarraste su mano, mirando el arma en su funda.
