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Estabas acostumbrada a encontrar una cama fría vacía por la mañana. Había sido tu rutina durante los últimos dos años más o menos. El sacrificio que debes hacer cuando sales con Chris Redfield, Golden Boy de BSAA. A lo que no estabas acostumbrada, sin embargo, es a que te sacaran de la cama por los pies a las seis y media de la mañana. "Vamos, perezosa. Dijimos 6:15. Llegas tarde."
Gruñiste y escondiste la cabeza debajo de la almohada. "Dijiste a las 6:15, Chris. Yo no."
"Pensé que querías entrenar conmigo hoy". Podrías imaginar su sonrisa burlona a través del tono de su voz. "Sí, como una persona normal. A la hora decente. E imaginé algo como yoga o pílate, no Ninja Warriors o cualquier entrenamiento militar que me preparaste." Chris se rió entre dientes y quitó la manta que cubría tu cuerpo, haciéndote acurrucarte instantáneamente debido al repentino frío. "Vamos nena. Pon tu dulce trasero en marcha y únete a mí afuera en diez." Te dio una palmada en el trasero y saltaste por reflejo.
"¿Diez?" Refunfuñaste cuando tu rostro soñoliento finalmente emergió de debajo de la almohada. "Sí, de lo contrario estaría lejos y tendrás que alcanzarme".
Lo viste salir de la habitación, dejándote allí para quejarte por tu cuenta. ¿Qué tenías que pedirle para una sesión de entrenamiento, de nuevo? Ah, sí, el antojo repentino de mantenerse en forma y tener tu cuerpo de verano listo para tu bikini de julio. Pero eso es precisamente lo que era; un capricho, algo que lejos de ser del todo serio, algo que querías hacer pero que nunca acababas sin un ápice de arrepentimiento, como adoptar un gatito o algo por el estilo. Pero no hay lugar para los caprichos cuando compartes tu vida con Chris Redfield.
Conseguiste estar listo en diez... bueno, en veinte, en realidad. Pero no importaba ya que Chris todavía te estaba esperando, estirado en la barandilla que bordeaba el estadio cerca del cuartel de BSAA. "Eres un soldado tardío". Su tono era muy solemne y serio, y probablemente parecido al que tenía cuando hablaba con su unidad.
