Motlalihtoc Miquilistli (Ajachi 4)

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MUERTE DESTINADA (PARTE 4)

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ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷|

Reino de Aztlán

TlacapillachihualoyanPalacio de Omeyocán

Dentro de los aposentos del palacio de Omeyocán, hogar de la Suprema Azteca, se cernía una gruesa manta de opulencia y soberbia monárquica que se impregnaba en sus paredes, sus rellanos, sus pasillos, sus balcones, sus zaguanes y salas reales, estas últimas labradas con un oro tan brillante que refulgía como el sol. Los Centzones, dioses menores representantes del cielo estrellado de las noches de Aztlán, entraban en grandes grupos dentro de la sala del trono de la Señora de la Complementación, sirviendo las bandejas en los largos mesones donde estaban sentados los Dioses Aztecas. Los sirvientes y sirvientas vestían con acaudalados sayas negras que despedían, por el suelo y por el aire, estelas y arabescos de escarcha blanca como copos de nieve que revolotearon por las paredes y el techo, iluminando la estancia en penumbras y volviendo más soberbios los semblantes ennegrecidos de las deidades allí reunidas.

Habían múltiples deidades sentados en sus puestos de honro de los largos mesones, cada uno con una apariencia más intimidante que el anterior. Sin embargo, el único que tenía una autoridad y un aura de imponencia sobre todos los demás era el Dios de la Guerra, Huitzilopochtli, de pie al lado del trono de la Suprema Azteca y con sus manos apoyadas sobre el mango de su espadón Macuahuitl. Por toda la sala real se esparcían murmullos entre dioses, preguntas sobre por qué Omecíhuatl los había convocado a todos a esta reunión. ¿Tendría que ver con el Torneo del Ragnarök? Muchos lo veían como la única explicación a esta rara conducta que tuvo la Suprema últimamente. 

De repente se oyó un potente eco que acallaron a las deidades y les hizo volver sus miradas hacia el alto trono dorado. Omecíhuatl produjo aquel eco ensordecedor con solo golpear la yema de su dedo contra el brazo de su opulento trono. Vistiendo con su atuendo revelador y de color verde-dorado, y con una corona con forma de alas de águila que la hacía ver más divina, la Suprema Azteca despedía un aire absolutista mucho más poderoso de lo costumbre, hasta el punto de hacer que las divinidades sintiera leves escalofríos por su semblante ensombrecido. 

Record of Ragnarok: Blood of ValhallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora