𝕽𝖆𝖌𝖓𝖆𝖗𝖔𝖐-𝖙𝖚𝖗𝖓𝖊𝖗𝖎𝖓𝖌: 𝖍𝖊𝖑𝖛𝖊𝖙𝖊 𝖐𝖔𝖒𝖒𝖊𝖗 𝖋𝖔𝖗 𝖔𝖘𝖘

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EL INFIERNO VIENE A POR NOSOTROS

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ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷|

Chiucnauhmictlan, Capital de Mictlán

Palacio Real del Señor Mictlán


Las gigantescas calaveras que Malina vio en el exterior del bastión se encontraban también en el interior, condecorando los zaguanes, las galerías y los estrechos pasadizos. Aquellos titánicos cráneos, que alcanzaban a cubrir largas extensiones de pared, no eran adornos, mucho menos falsos. Eran calaveras auténticas que otrora pertenecieron a Gigantes, los que, en tiempos inmemoriales, según leyó en códices y le contó su hermano, guerrearon contra las estirpes divinas de Ometeotl.

No existía prácticamente registros auténticos que verificara la existencia de susodicha guerra. Pero, incluso con estar viendo los inmensos cráneos clavados en las paredes, sus bocas semiabiertas y los enormes orificios negros que parecían seguirla incluso sin tener ojos, Malina intuyó lo abrumadoramente poderosos que debieron haber sido estos Gigantes, y lo numerosos que debieron haber sido para que Mictlán tuviera varios de estas calaveras como trofeos en su palacio. Aunque, ¿qué hacían en el palacio de Mictlán? ¿Será acaso él quien se enfrentó a estos titanes aztecas?

Empuñando el espadón curvo hecho con filamentos de cerámica, Malina anadeó por los inacabables pasillos en penumbras del palacete. La única iluminación que recibía del exterior eran los tenues resplandores de los lagos de lava. De vez en cuando entraban destellitos rojos por las ventanas, ululaban por los umbrales infestados de escombros y le indicaban caminos a seguir. Pero no importaba por cuales pasadizos se internaba y cuántos cuartos se adentraba; al igual que la pesadilla que tuvo antes de despertar y aparecer aquí, Malina se sintió perdida y vulnerable.

Sentía miradas provenir de la negrura de las habitaciones a las cuales, al cabo de tanto estar entrando en ellas y toparse con caminos muertos, ahora oteaba con una rápida mirada para después proseguir con su recorrido. Le inquietaba de sobremanera la soledad absoluta, el silencio que la acompañaba. No había más ruido que el rumor de los ríos de lava de afuera. Las luces etéreas que entraban por los ventanales no ayudaban a disipar los temores profundos que la carcomían de a poco.

El calor era sofocante y omnipresente. No importaba cuánto se internase en los confines del gigantesco palacio infernal, el sudor que perlaba su piel roja se mantenía exuberante. El cansancio también se hizo presente, incluso sin haber recorrido mucha extensión de los pasillos y las salas de reuniones, en donde se topó con más calaveras de gigantes y con más cuerpos petrificados de hombres-lagarto y de hombres-bestia con formas caninas.

A Malina le seguía extrañando la presencia de estas estatuas que, muy seguramente, fueron en el pasado invasores. ¿A quién o quienes sirvieron? ¿Qué clase de adversario tuvo Mictlantecuhtli para haber sido asediado por esta clase de enemigos? Las miradas perseguidoras de los cráneos de los Gigantes le ofrecían especulaciones de lo más estrafalarias. La Diosa Hechicera cerró los ojos y combatió toda esa nocividad pensando en su hermano, y en la seguridad que sentiría cuando estuviera de nuevo a su lado.

Record of Ragnarok: Blood of ValhallaWhere stories live. Discover now