Buddh Aur Daakinee

125 19 39
                                    

EL BUDISTA Y LA DAKINI

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

___________________________

1
___________________________

Kailash, montaña del Himalaya. Tíbet.

Kuro Kautama ascendió hasta la punta de una colina con forma de aguja; de salto en salto, dio una voltereta y cayó de puntillas. Allí se dio cuenta, con consternación, como la gloria del Reino Shambhala se perdió en las inclementes arenas del calamitoso tiempo.

Al tiempo que oteaba con melancolía devota las ruinas de la capital homónima del reino, Kuro pensaba en la lírica de la poesía de Milarepa, campeón del budismo tántrico en épocas del Rey Gesar. Él la había descrito como la ciudad de mil nombres, flotando en el radiante vacío budista del infinito espejo cósmico, aparentando ser un reino donde solo los de corazón puro podían ser habitantes, y donde eran inmunes a la vejez o al sufrimiento. Era la ciudad que, cuando ocurriese el apocalipsis, emergería del Himalaya liderados por su rey Rudra Chakrin para erradicar todo el mal que trae sufrimiento

Sin embargo, toda esa radiante brillantez fue sucumbida por esa misma calamidad que trajo el más absoluto de los sufrimientos.

Rodeada por las colinas que conforman el cerro de Kailash que servían como murallas naturales, la ciudad de Shambhala era una belleza perdida en el tiempo y el espacio. Sus impresionantes puentes de casi cien metros de alto conectaban los distintos sectores que se separaban en cuñas montañosas que funcionaban como balcones que rodeaban la ciudadela principal; los soportes de los puentes descendían hasta las profundidades de los cráteres excavados por mano humana, y era tan hondo y negro que hasta las sombras se reflejaban, haciendo parecer como un ente que pululara en lo hondo del agujero. Mientras descendían de garita en garita a través del adarve de la muralla, Xiang Drönma lanzaba miradas analíticas a aquella oscuridad del abismo.

El firmamento brillaba en colores rojos y anaranjados, producto de los relámpagos de la tormenta carmesí que se cernía sobre la ciudad en ruinas. A medida que el dúo avanzaba se iba encontrando con los restos de la triunfo arquitectónico de esta ciudad de profetas budistas: restos oxidados de estatuas (desde brazos, piernas, pedestales y cabezas), pilares de color cobre que antes sostenían templos y mansiones aristocráticas, plazas y anfiteatros invadidos por los arbustos y los escombros e insectos mutantes (desde cucarachas y libélulas gigantes) e incontables viviendas con formas de domos y tabernáculos con formas cuadradas que estaban corrompidas por las grietas. Las represas que servían como acueductos fueron destruidas por los terremotos, por lo que múltiples corrientes de agua corrían como ríos a través de las calles de algunos barrios y sectores provinciales.

Cada vez que algún insecto de tamaño considerable pasaba ante ella, Xiang Drönma emitía un chillido de asco para después esgrimir su espada blanca de empuñadura circular y matarlos de un tajo. A veces se escabullían, y eso obligaba a Xiang a destruir las paredes con sendos puñetazos de su prótesis, revelar el escondite del insecto, y matarlo de una estocada.

Kuro, mientras revisaba los cofres reales de un templo solo para ver que no había nada, frunció el ceño al voltearse y ver como Xiang mataba un nido de cucarachas gigantes de una en una. Un mosquito del tamaño de un gato paso volando, y Xiang lo atrapó con su mano prostética para último aplastarlo entre sus dedos metálicos.

Record of Ragnarok: Blood of ValhallaWhere stories live. Discover now