Kuauchili Anxeli

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El Árbol del Ángel

┏━°⌜ 赤い糸 ⌟°━┓

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A las afueras de la Civitas Magna

Cercando la Reserva Natural del Bosque de Ángeles

El tren bala avanzaba a una velocidad cercana a lo supersónico, por lo que William Germain veía el mundo de las baldías y de las Regiones Autónomas pasando frente a sus ojos como borrones. Le había mentido a Brunhilde sobre ir a visitar a Tesla; sacó del bolsillo de su abrigo rojo la carta con el sello dorado roto, la abrió, y volvió a leer el mantra que tenía dentro:

Si quieres saber qué sucede, reúnete conmigo en el Bosque de los Ángeles.

Un florecimiento de memorias nostálgicas lo llenaron de recuerdos al leer esa frase con la vehemente y melodiosa voz del Arcángel Miguel, el último de los Arcángeles. Guardó la carta dentro de su abrigo, y volvió a fijar su vista a través de la ventana. Las visiones borrosas de los paisajes panorámicos le daban la impresión de estar tiznado; con dificultad podía reconocer las siluetas de las lejanas montañas y las sombras de las muy apartadas Regiones Autónomas y de otras ciudades, como Kiyozumi-Dera. El siempre cambiante horizonte contrastaba con el eterno cielo plomizo y su eclipse. William levantó la mirada y le dedicó una mirada de rencor hacia el Estigma de Lucífugo; eso, no obstante, le produjo al mismo tiempo una explosión en la floración en sus recuerdos. Memorias datadas de la Segunda Tribulación... y su osada batalla contra los Pecados Capitales.

La cierto es que para estos recuerdos, William era más bien malo en recordarlos. No porque tuviera mala memoria, sino porque se había jurado y perjurado que no pensaría más en eso. Se lo había jurado a su esposa e hijo, aún vivos en la Civitas Manga. Sin embargo, sentía que esta visita al Bosque de Ángeles le tiraría encima ese saco de sucesos del pasado y le haría reflexionar en el camino. Eso justo estaba pasando ahora; producto de lo largo que estaba siendo el viaje (el Bosque de Ángeles estaba a casi seiscientos kilómetros de la Civitas), William Germain sopeso el sueño durmiendo un poco, y con ello rememorando sus hazañas y desvaríos del pasado.

Lo primero que su mente reprodujo fueron sus peripecias antes y durante la Revolución Francesa. Allí conoció a quien habría sido su mejor amigo y, después, su peor enemigo: el general Napoleón Bonaparte. Estas memorias eran las más lejanas, difíciles de recordar para una mente que ya ha cumplido los trescientos años. Pero aún así, su mente solo reproducía los momentos buenos: de cuando conoció a Napoleón cuando este solo era un teniente de cañón, de cuando combatieron juntos contra los realistas, de cuando viajaron a Egipto y sin querer destruyeron la nariz de la Esfinge... Evitaba a toda costa recordar la traición y la destrucción de esa amistad. Y por más que estaba allí, William pensaba solamente en lo bueno.

Record of Ragnarok: Blood of ValhallaWhere stories live. Discover now