—Eso fue excelente, mi niña— Daemon estaba muy feliz.
La toma de Harrenhal fue pacífica y todo un éxito, Daemon saboreaba esa victoria junto a su hija pero a pesar de eso, el rostro de Rahera se notaba muy angustiado.
—¿Que sucede?— pregunto Daemon a su hija.
—Sera mejor que regrese con mamá, tengo un mal presentimiento—
Un silencio incómodo se interpuso entre ellos, el rey consorte medito unos segundos las palabras de su hija- Tienes razón ve con ella, seguramente alguno de tus hermanos ya estará de regreso para cuando llegues -ánimo Daemon a su hija.
—Espero sea así, presiento que algo no va bien. Partiré enseguida— dijo la platinada mientras iba a todo paso rumbo a su dragón.
—Lleva mis saludos a tu madre y dile que pronto volveré con ustedes, ten cuidado hija mía—
—Llevare tu mensaje, cuídate también tu padre. No seas imprudente o al menos no sin mi— sonrió la chica antes de montar a su dragón.
Daemon soltó una gran carcajada— No me meteré en problemas hasta que estés aquí para salvar a tu pobre padre—
Una sonrisa más y la princesa se despidió de su padre, monto en vuelo junto a Şeytan y se perdió entre el cielo.
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Después de un largo tiempo de vuelo, la princesa Rahera por fin llegó a su hogar.
A primera vista todo lucía en calma, los guardias estaban de ronda como siempre y no se escuchaba ningún sonido fuera de lugar.
Desmonto a Şeytan y se fue tranquilamente hasta el castillo, aguardando para ver a su madre.
