La danza de los dragones entro en una nueva etapa tras la muerte de Jacaerys Velaryon en las tierras del norte y el asesinato del príncipe Jaehaerys ante los ojos de su madre en la fortaleza roja.
Negros y verdes clamaban venganza, sangre por sangre. En todo el reino los señores convocaban a sus banderizos y los ejércitos se congregaron para marchar por sus causas.
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Sangre y Queso lograron llegar hasta el castillo para entregar al rey Daemon la cabeza del principe Jaehaerys.
—Venimos por la recompensa, mi señor— hablo Queso.— Aquí está lo solicitado—
Sangre se descolgó la bolsa del hombro y vacío su contenido sobre la mesa, frente al rey— La cabeza del niño verde—
Y efectivamente ahí estaba la cabeza del pequeño Jaehaerys de 6 años.
Daemon observo con detenimiento, el semblante de terror aún se percibía en el niño, la piel pálida y los ojos blancos solo resaltaban los días que esa cabeza llevaba despegada del cuerpo.
El rey sonrió con mucha alegría, aventó dos sacos de monedas a los hombres y se marchó.
—Ponganla en una pica, que toda la gente pueda observarla desde fuera. Que esto sea una lección para los verdes y envíen un cuervo a mi hija, a estas horas ya estara en Winterfell—
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Şeytan estaba cansado, llevaba un día entero sobrevolando el continente desde un extremo al otro. Por suerte el final del camino ya estaba cerca.
Por fin habían llegado a Winterfell. Como se había solicitado a la princesa ella descendio justo a la entrada de la ciudad donde lord Stark estaba aguardando su llegada.
Şeytan bajo bruscamente y con muy mala cara permitió a su jinete bajar. El dragón estaba de mal humor y el clima aunado a la gente desconocida lo hacían volverse más arisco.
—Bienvenida a Winterfell mi princesa—
Un hombre de no más de 20 años, con una barba y melena azabache saludo y dio una reverencia a Rahera, la princesa estiró su mano y el caballero dio un delicado beso.
