Fueron las palabras escritas por Daemon Targaryen a quien apodaban "lord lecho de pulgas".
Solían llamarlo así por la gran cantidad de tiempo que el ahora rey pasaba en aquel lugar, gracias a esto pudo dar con los hombres adecuados para la tarea.
Uno había sido sargento de la guardia de la ciudad; enorme y fiero, perdió la capa dorada tras matar a golpes a una prostituta mientras estaba borracho.
El otro era un cazador de ratas de la fortaleza roja. Sus verdaderos nombres aún se desconocen, se les recuerda únicamente como Sangre y Queso.
"Queso conocía la fortaleza roja mejor que su polla" aseguraban muchos.
La tarea era sencilla, el rey Daemon había ordenado a estos cobradores, cobrar la deuda, pero no cualquier deuda si no una de sangre.
El primogénito de la reina había muerto a manos del autoproclamado rey, lo justo sería que el primogénito de este también muriera.
Dadas las órdenes, Sangre y Queso pusieron manos a la obra.
Queso guío a sangre a través de los pasadizos y túneles del castillo, directo a la torre de la mano lo cual les resultó bastante sencillo.
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—¿Cómo te encuentras madre?— pregunto Rahera
La reina Rhaenyra estuvo en cama todo un día después de la noticia de la muerte de su valiente Jacaerys. Rahera no soportaba ver a su madre tan destrozada e inundada por el dolor y la pena.
—Bien. Hija mía, aún me rehúso a creer que tú hermano ya no esté— lágrimas resbalaban por el rostro de la reina y su voz tan melancólica rompía el corazón de Rahera.
—No imagino tu dolor madre, Jacaerys era un gran chico, nuestra relación no era la mejor pero no merecía este final—
—Tienes que traerlo a casa, Rahera— Rhaenyra volteo a ver firmemente a su hija.
—¿De que hablas?—
—La carta de lord Stark. El cuerpo de Jace—
Rahera recordó entonces la carta que llegó después de la de su padre. Era una carta de lord Stark, en ella decía que el cuerpo de Jace estaba a salvo en el norte bajo su custodia.
—Pero yo nunca he ido tan lejos— Rahera nunca había viajado hasta Winterfell.
Más que nada porque la idea de congelarse todo el tiempo y tener la ropa empapada no le agradaba; ella era un dragón, claramente el frío no le sentaba.
