CAPÍTULO 118

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CAPÍTULO 118

¿LO COMIÓ?


Los guardias cambiaron de turno dos veces para ocuparse de la fila.

Los restantes, que estaban sentados en la nave custodiando a Su Excelencia He Xile, miraban hacia el pequeño a su lado sin parpadear.

Esta era una oportunidad única para observar al ser humano de cerca.

El sol se ponía por el oeste.

El resplandor se derramó sobre la ventanilla de la nave, tiñendo de naranja los dedos de He Xile, que abría la terminal. Sus largas pestañas estaban claramente definidas y, cuando parpadeaba ligeramente, era como si un pequeño abanico aleteara con luz dorada. Y en su delicada cara blanca, casi no se le ve ningún poro. Además, al reposar la luz sobre esta, se puede ver claramente la diminuta pelusilla como si se tratara de un durazno.

He Xile se acurrucó en el asiento riendo con fuerza, parecía estar viendo algún drama divertido en la terminal. Todo su cuerpo estaba temblando ligeramente, luciendo más vivo y animado que antes.

Aunque por alguna razón, siga teniendo dos orejitas en la cabeza, y éstas revoloteen con sus movimientos, ello no resta delicadeza a Su Excelencia, al contrario, le hace parecer aún más adorable.

Con tan solo verlo, dan ganas de estirar la mano, frotar la cabeza del humano, tocarle la oreja, verle tímido y hacer que esos hermosos ojos radiantes se llenen de más risas.

—Su Excelencia, ya puede bajar, es nuestro turno.

Uno de los guardias se acercó a He Xile, se agachó ligeramente e informó en voz baja.

—¡Oh! Ya voy – Inmediatamente cerró el vídeo de la terminal.

¡Por fin era su turno!

He Xile, que había esperado todo el día, se emocionó hasta casi llorar.

—Vengan también – Dijo He Xile trotando hacia la puerta. Dio un gran salto desde la nave en un santiamén, acercándose al guardia en la fila, con los ojos brillantes. — ¡Hoy ha sido duro para ustedes! Compraré más galletas, así podremos comer todos juntos.

Dicho esto, He Xile no pudo evitar girar la cabeza para mirar el interior de la tienda.

En ese momento, al estar más cerca, podía oler claramente el aroma de las galletas recién salidas del horno, rogando para que la baba no saliera de su boca.

Después de esperar durante tanto tiempo, la sensación de anticipación en su corazón se había estirado hasta el borde.

—¿Puedo preguntar qué nece...... ¡¡Aaaaaaaaah!!, ¡¡es Su Excelencia He Xile!!, ¡Bienvenido!. ¿Cuántas le gustaría comprar?

—¡Nueve! – He Xile tiró de los otros guardias, — ¡Rápido, rápido, hay cuatro sabores diferentes! ¿de cuál quieren? Yo quiero probar este.

De inmediato, el pequeño humano seleccionó uno de los sabores.

Cuando los otros guardias escucharon esto, originalmente quisieron negarse, pero sabiendo que He Xile definitivamente insistiría, al igual que en el restaurante antes, simplemente dejaron de hacerse los difíciles y cada uno eligió uno.

En cuanto a las otras que serían para: el gran pulpo, Su Majestad y los dos pequeños cachorros de gato... He Xile se lo pensó y eligió primero otros dos sabores interesantes que también quería comer, meditando en su mente que en caso de que a Su Majestad o al gran pulpo no les gustaran, ¡podría ayudarles comiéndoselas! de todas formas, no les importaría.

EL ÚLTIMO HUMANO DEL IMPERIOWhere stories live. Discover now