Capítulo 5

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—¡Mis hermosas, ya viene el agua! —hable en voz alta.

Hoy sábado había decidido comenzar mi día regando los nuevos nacimientos de magnolias, que empezaron a brotar hace un mes. Estaban ganando altura, gracias a mi cuidado y atención. Tengo veinte arboles gigantes de magnolias distribuidos por el jardín, incluyendo los que mi madre tenía sembrados.

Puedo pasarme horas hablándoles y cantándoles, como si de un ser humano se tratara.

Y es que, para mí, es cercana esa idea al ser esta, la flor favorita de mi madre.

En la época en que papá decidió enviarme al internado en suiza, llore muchísimo. Iba a separarme de las flores que tanto amaba, eso me rompió el corazón. Estaba desconsolada, aunque que regresaría a casa en vacaciones. Por eso se me ocurrió escaparme el día de mi viaje, fui hasta el árbol de magnolias que tenía mi edad, el más especial de todos para mamá por el significado especial de su existencia.

Lo sembró el día en que se enteró que estaba embarazada de mí.

Recuerdo ese día haberles preguntado a mis magnolias, porque papá tomaba la decisión de alejarme de él, de casa, de las magnolias. Porque no podía volverme a abrazar, porque le era tan difícil amarme. No tuve respuesta inmediata, pero al terminar me sentía más tranquila.

No llore más en todo ese día, tampoco cuando me dejo en el internado.

Ese día entendí que era mi madre, quien calmaba mi corazón afligido cuando papá me alejo de él. Luego comprendí que papá estaba sufriendo, que debía tenerle paciencia, que perder a mamá también estaba siendo difícil para él y me fui a suiza más tranquila.

Cuando volví de suiza, mi árbol estaba más grande.

Papá me había prometido cuidarlos por mí, y así lo hizo. Prometí que no iría lejos de ellos, cuando llego el momento de ir a la universidad, me quede en Columbia. No quería marcharme, para estar cerca de mis magnolias y papá me apoyo.

Por eso me esmeraba en atenciones, sentía que podía contarle todo a ellas, que me escucharían y de alguna manera mi madre me daría su respuesta porque esta era nuestra conexión, nuestro lugar.

Estaba tan concentrada en lo que hacía mientras cantaba una canción de Adam Levine que escucho en mis audífonos, que no fue hasta que sentí que alguien tocaba mi hombro, cuando reaccioné quitándome los aparatos de mis oídos.

—Discúlpeme, señorita Charlotte. No quise asustarla. — dijo Tina.

—Pierde cuidado, no podía escucharte—respondí— ¿Qué sucede?

—Su papá ha mandado por usted—me contesto.

Recogí mis cosas para regresar a la casa, antes de llegar me desvié para dejarlas en la bodega de los implementos de jardinería y lavé mis manos.

Me decidí entrar por las puertas que dan a la terraza del patio trasero, y nada más poner un pie escuché a papá vociferar.

—¡Es que inconcebible que nos esté pasando esto! —salte asustada, por su reacción— Pago millones por un maldito sistema de seguridad, justo para que esto no suceda, y nos sucede. Arréglalo, no quiero errores y que hagan control de daños. Si, impide que salga a la luz y si tienes que dar dinero, hazlo. No podemos arriesgarnos a que se caiga la negociación con Alexandre. Bien, gracias y mantenme informado.

Colgó el telefono.

Rara vez lo pillaba enfadado. Se nota preocupado, mí intuición me llevo a pensar que tenía muchísimo interés en firmar con Alexandre por algún motivo desconocido y sus razones tendría, no me inmiscuiría. No lo había hecho antes, ahora tampoco, aunque podía preguntar, era mi empresa también pero mi mundo era la fundación y con eso me bastaba.

𝗘𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 𝗲𝗾𝘂𝗶𝘃𝗼𝗰𝗮𝗱𝗮𝘀 ❤🔥Where stories live. Discover now