Capítulo 17

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—Señorita, ya le dije que no puedo...

El ruido proveniente del exterior, me desconcentra en medio de la junta por video conferencia que inicie minutos atrás.

—Tienes mucho que explicar, Alexandre.

La voz de Amelia, mi hermana me lleva a mirar hacia la puerta que ha sido abierta por ella misma, sin importar que Estela quisiera impedirlo.

—No hay problema Estela, yo me encargo. Comunícate con los ejecutivos de chicago, y diles que tuve un imprevisto de último minuto y que aplazaremos la reunión para mañana.

—Enseguida, señor.

Mi secretaria se retira en silencio, mientras que Amelia se queda en pie y se cruza de brazos, al tiempo que me observa como si quisiera matarme.

Su cabello es igual de oscuro al mío, que ahora lleva corto hasta los hombros, su piel es blanca como la porcelana y sus ojos irremediablemente evocan la belleza de nuestra madre, y que decir de su sonrisa. Cada detalle en ella es un doloroso recuerdo de nuestra progenitora, que atesoro con mimo y cuidado.

Esa es una de las tantas razones por las que trato de mantenerla alejada de la ciudad y de los medios, aunque sea difícil relacionarnos a que cambie su nombre y fabrique un pasado que en nada nos vincule como hermanos, pero si como amigos.

—¿Cómo es eso de que tienes novia y que es la hija del asesino de nuestros padres? —espeta molesta y agitada—¿Cuándo me lo ibas a decir?

—No es mi novia—aclaro en calma—. No todavía, pero lo será.

Mi hermana se sorprende al escucharme y me dirige una mirada desagradable al escuchar mi respuesta.

—¡Estas loco, Alexandre! ¡es la hija del asesino de nuestro padre, y en consecuencia de nuestra madre! —reclama— Ese monstruo nos quitó todo, arruino nuestra infancia y nos arruino la vida.

Me desplazo por el lugar hasta llegar a mi hermana, que me esquiva para evitar mi toque, pero yo consigo retenerla al rodearla con mis brazos en un abrazo.

La frágil niña en su interior, convulsiona por el llanto en mis brazos.

—¡Le estas fallando a mamá y a papá! ¡prometiste vengarlos, no puedes fallarnos! ¡no puedes enamorarte de ella! ¡No!

Cada reclamo de Amelia es una herida que se abre en mí.

Sus lágrimas, su dolor, las memorias cargadas de tragedia, rechazo y abandono por las que ambos hemos pasado, oscurecen la poca claridad que había encontrado, la misma incertidumbre y confusión de adueña de mi ser.

—No lo hare, hermanita. No me enamorare de la hija del asesino de padre.

Permanezco por unos minutos más abrazándola, hasta que Amelia insiste en abandonar mis brazos y mirarme.

—Lo prometiste Alexandre, prometiste que los vengarías —me recuerda con lágrimas cayendo por sus mejillas, las mismas que limpio con suavidad usando la yema de mis dedos—. No me falles tú, por favor.

—No te fallare hermana, lo prometí y lo cumpliré.

Tal y como Amelia irrumpió en mi oficina, ahora es el turno de Larissa que entra con una estela más que molesta por la actitud de la otra.

—Señor lo lamento, no pude detenerla. Espero que me entienda.

—Ve a tu lugar estela, no hay problema.

Estela vuelve a cerrar la puerta nuevamente.

—¿Me puedes explicar que...

Un chillido interrumpe mi turno de hablar. Amelia cambia su tristeza por alegría, ambas mujeres se abrazan y saltan en el mismo lugar al verse.

𝗘𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 𝗲𝗾𝘂𝗶𝘃𝗼𝗰𝗮𝗱𝗮𝘀 ❤🔥Where stories live. Discover now