Capítulo 30

160 17 1
                                    


*¡Les dije que tendriamos drama!


Nueva York, Estados Unidos.

—¿Hiciste lo que te pedí, Silas?

El hombre a mi lado frente a la ventana me asiente, al tiempo que bebe un sorbo del coñac que me pidió hace unos minutos.

—Lo hice. Y lo que descubrí no sé cómo lo tomaras, amigo.

Le miro preocupado. Silas se aleja para ir por su portafolio y de ahí saca un Pen Drive, que luego me entrega.

—Esto cambiara el curso de tu familia, para siempre. —afirma.

Observo el pequeño aparato en mis manos por unos instantes, antes de ir a la computadora sobre el escritorio y conectarlo.

Silas permanece callado, me observa vigilante desde el lugar que yo ocupaba hace unos instantes.

En la pantalla se reproduce de inmediato, un video que parece ser la cinta de vigilancia de un estacionamiento. La fecha data de hace veinticuatro años, al principio solo hay un auto estacionado y segundo después aparece otro. Sigo cada mínimo movimiento de la grabación con atención, cuando aparece otro auto y este se estaciona a un lado del otro.

Distingo la silueta de una Charis muy joven, besar a ese hombre, que claramente no es mi hermano. Luego habla por unos minutos con aquel sujeto que poco a poco se muestra aireado. Se lleva las manos a la cabeza y parece reclamarle a Charis, esta se aparta con violencia y también parece discutir. El hombre que no consigo identificar porque hasta el momento permanece de espaldas a la cámara, parece tranquilizarse, lo sé, por la manera en que trata de calmarse, su postura deja de ser amenazante.

Parece que se despide, ella lo imita y cuando el da la vuelta, mis ojos se abren de par en par al verla sacar un arma de su espalda y apuntarle al hombre, al cual le dispara a traición.

Una leve molestia irradia en mi pecho en reacción a lo que acabo de ver. Me llevo la mano a la corbata, arrancándola para abrir con facilidad el cuello de mi camisa en busca de aire.

Silas que permanece acompañándome, acude a ayudarme y quita el video de la pantalla.

—¡Suficiente, Henry! No puedes seguir viendo esto, te mataras.

Cierro los ojos buscando tranquilizar las pulsaciones de mi corazón, con los ejercicios de respiración que aprendí hace poco con el instructor de yoga que entrena con mi hija, consigo normalizarme un tanto en el exterior.

Porque dentro de mí, miles de cuestionamientos e interrogantes empiezan a emerger con cada milésima de segundo que las manecillas del reloj, dejan atrás.

—¡Es... es Charis! ¡Ella le disparo! —turbado, le hablo a Silas— ¿Quién es ese hombre?

Silas me observa, sé que se piensa el revelarme el nombre porque algo más grave aguarda aún.

—Ese hombre es Alejandro García, el padre del esposo de tu hija.

Después de estas semanas fuera, por fin regresamos a casa y lo mejor, como esposos.

Al final, no conseguimos llegar a la cena navideña con mi padre y tampoco a la víspera de año nuevo. El clima lo impidió con una nevada en Londres, que obligo a las autoridades a cerrar el aeropuerto. De eso ha pasado un mes entero. La estadía de Alexandre se alargó, y aunque podía regresar sola, preferí seguir con mi trabajo remoto que hoy día es más fácil gracias a la tecnología.

𝗘𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 𝗲𝗾𝘂𝗶𝘃𝗼𝗰𝗮𝗱𝗮𝘀 ❤🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora