Capítulo 31

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*¡Lo siento mucho, mi gente bella!

Mas tarde de lo pensado y de lo que dije, pero aquí lo tienen.


Alexandre.

—¡Ángel!

En un par de zancadas estoy con ella. Sus ojos están anegados por las lágrimas que se niega a derramar. Charlotte se aferra a mi camisa con fuerza, apretujando la tela con sus dedos.

—¡No puedo quedarme sin papá! ¡Por favor, dime que es mentira! —me ruega desesperada.

Me quedo sin palabras.

Lo único que mi cerebro consigue hacer en respuesta, es abrazarla y apoyarla en su deseo.

—Te llevare ángel, vamos.

Tomo sus manos para ayudarle a levantarse del suelo, encarando a Charis quien mantiene la calma ante la situación, y con serenidad pone su atención en nosotros.

—¿Dónde está Henry, Charis? —interrogo a la madrastra de mi esposa, la cual limpia sus lágrimas con un pañuelo.

—Aún está en el estudio—responde con voz apagada—. Ahí lo encontré, yo no pude...

La mujer vuelve a soltar el llanto, y de inmediato se disculpa alejándose hacia el jardín. Charlotte por el contrario al escucharla, no me espera y corre al estudio en busca de su padre.

Voy tras ella, sin despegarme de su presencia ante la escena que esta por revelarse ante sus ojos.

De pie en la puerta del estudio que hoy está abierta de par en par, Charlotte se paraliza. Lleva su mano al cuello, exactamente al dije del collar que Henry le obsequio por nuestra boda y lo frota con desesperación, como si buscara algo a que aferrarse. Sigo su mirada, esa mirada vacía y triste que enfoca a un inerte Henry sobre el suelo de su despacho.

Charlotte da dos pasos hacia atrás, se tropieza conmigo y yo me permito posar mis manos sobre sus brazos reteniéndola cuando se derrumba por completo.

—¡¿Qué voy a hacer sin mi padre?! —me ruega al darse vuelta, seco sus lágrimas con mis pulgares cuando tomo su rostro en mis manos— ¡Dime que todo esto es una pesadilla, Alexandre! ¡Por favor!

—No puedo mi ángel, no puedo.

—¡No, no, no! —contesta negándose a aceptarlo, golpeándome el pecho con la palma de sus manos sin parar.

Lucho con ella, intento impedir que lo último que vea de su padre sea su cuerpo sin vida, pero no lo consigo. Charlotte se deshace de mi agarre, y cuando por fin consigue verlo de cerca, sus lágrimas incrementan y un grito emerge de su interior.

—¡No papá! ¡papá, papá!

Se desploma a un lado del cadáver. De rodillas Charlotte toca el rostro inexpresivo de su padre recorriéndolo como si intentara convencerse de que no es el, pero fracasa. Como una niña se apoya en su pecho y lo abraza, lo llora y le reclama. Golpea su pecho, le reclama, le dice que le ama y vuelve a llorar.

Juro que me rompe el alma verla en ese estado. Cada grito, susurro pidiéndole que despierte, que no se vaya, que no la deje sola es de alguna manera revivir la muerte de mi padre. Porque, aunque Henry es el asesino de mi padre, no puedo dejar de identificarme con el dolor de mi esposa.

Me quedo a un lado, sentado en el suelo escuchándola.

En esa posición permanezco por unos minutos, hasta que el que presumo es el detective a cargo, se dirige a nosotros.

𝗘𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 𝗲𝗾𝘂𝗶𝘃𝗼𝗰𝗮𝗱𝗮𝘀 ❤🔥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora