(63) Lucius Malfoy

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Te odio, rubio

Las cartas que sostenía en su mano parecían ser solo eso, cartas; pero para Linss, era algo semejante a cargar una pila de papeles llenos de mentiras y falsas promesas que se encontraban en llamas mientras se consumían y ardían en su piel.

Una lágrima tras otra bajaba en sincronía por su mejilla; simplemente era como si le hubieran arrebatado todo lo que la hacía feliz.

Llevó una mano a la puerta, pero antes de tocar, la puerta se abrió lentamente. Sintió que su corazón se detuvo, pero suspiró cuando vio a la elfina que había atendido a su llamado.

—¿Qué se le ofrece? —habló en tono amable. La bruja frunció el ceño; particularmente ella no estaba a favor de que los elfos estuvieran esclavizados.

—Vengo... —pausó un momento para mirar todo aquello que sus ojos alcanzaran a ver del interior de la mansión, sin duda, muy al estilo Malfoy—. Vengo a ver a Lucius Malfoy —dijo sin más, no quería meterse en detalles, menos con la elfina.

La elfina no cuestionó más e hizo pasar a la mujer. La pelinegra se aferró más a las cartas como si estuviera a punto de volver a ser presa del llanto. Le dolía, le dolía demasiado; cualquier otro día pudo haber pensado que esa opresión en el pecho y aquel dolor podrían ser causa de un problema de salud, y lo hubiera deseado mil veces más, a lo que realmente era; estaba destrozada, su alma agonizaba, sufría, mientras se rompía.

—Sígame —la elfina comenzó a guiarla escaleras arriba. Sujetó con firmeza la fría barandilla negra y comenzó a subir, sin siquiera hacer ruido al caminar—. El amo Abraxas está fuera por negocios importantes, pero el amo Lucius se ha quedado... —comenzó a explicar, pero la bruja ni siquiera prestaba atención, estaba sumergida en sus pensamientos, en qué pasaría cuando lo viera.

Cuando llegaron hasta arriba, lo único que alcanzó a notar de manera breve fueron múltiples puertas a lo largo de uno de los pasillos, mientras que las paredes estaban repletas de cuadros elegantes y alguna que otra figurilla.

—Amo, tiene visita —escuchó decir a la elfina; no escuchó nada por parte de él, hasta que observó a la elfina salir. Linss se disculpó con la mirada por los inconvenientes, y la elfina solo le dedicó una mirada de que no había problema.

—Adelante —dijo aquella firme voz, que aún, seguía logrando tener un efecto aterciopelado, aquella voz que aún erizaba los vellos de su cuerpo.

Linss podía jurar que su corazón se detuvo cuando entró y lo observó ahí, de pie frente al ventanal dándole la espalda. Cuando el rubio se fue girando para encarar a su visita, la bruja contuvo la respiración.

—Linss —susurró; abrió los ojos con demasiada sorpresa, para después negar con la cabeza y frotar sus ojos para asegurarse de que la muchacha era real.

—Malfoy —pronunció tratando de serle indiferente. Recordar el motivo por el que estaba ahí, hacía que se le revolvieran las entrañas.

—¿Qué haces aquí? ¿Tienes suerte de que Abraxas haya salido porque...

—No me importa si tu jodido padre estuviese aquí —Malfoy se quedó sorprendido, ¿desde cuándo ella había dejado de comportarse?—. No vengo por asuntos de la socialite, vengo para aclarar algunas cosas. Y devolverte tu basura —aventó las cartas sobre el escritorio—. Creo que hay un poco de carta en tus mentiras.

—¿De qué hablas? ¿Aún las tienes? —miró con detenimiento las cartas esparcidas por la mesa y llevó una de sus manos hasta algunas de ellas para tomarlas.

—Desgraciadamente, guardé cada una de ellas, porque regresando de mis estudios en Ilvermorny, regresaría aquí y sería la maldita esposa de Lucius Malfoy —se rió con amargura—. Pero después llegó, y me entero por Rita Skeeter que: Lucius Malfoy, el hijo de una de las familias más respetables, se compromete con una Black —lo miró con odio y resentimiento—. Al diablo con tus jodidas promesas Malfoy, si crees que te lloraré toda la vida, pues déjame contradecirte desde este preciso instante, porque yo solita he seguido adelante todo este tiempo, y no me frenará ni siquiera un corazón roto.

—Lo siento —murmuró Lucius cabizbajo.

—Sabía que eso era lo único que dirías —se encogió de hombros—. Ni siquiera fuiste capaz de luchar por nosotros, no estoy molesta siquiera, gracias a eso, pude darme cuenta de que realmente yo no te importaba tanto.

—No estaba en mis manos, Linss.

—Claro, es muy fácil limpiarte las manos —negó—. Solo vine a devolverte eso y a hacer una única pregunta —el rubio se quedó rígido en su lugar mientras con un asentimiento de cabeza, permitió la petición de la mujer—. Bien... ¿cuándo pasó? Es decir... ¿La amas Lu? ¿O fue idea de tu padre...?

El Malfoy menor, se quedó unos instantes pensando y agachó la cabeza viendo en dirección al piso perfectamente limpio. Si tan solo supiera que era la segunda suposición, que él no amaba a Narcissa Black, que el compromiso estaba arreglado... Daría lo que fuera por estar con Linns, pero sabía que era imposible. Además, hacía tiempo había accedido a unirse al señor tenebroso, tal como su padre lo hizo... Y eso suponía un peligro para el amor de su vida, su único amor.

Tragó saliva y habló:

—Me enamoré de la Black, es muy hermosa, cosa que tú no... —se mordió el labio cuando comenzó a ver los ojos de Linss llenarse de lágrimas—. Soy muy feliz con ella.

—No te creo —habló con voz firme a pesar de estar llorando. Secó sus lágrimas pasando una mano por sus ojos; miró fijamente al rubio y se acercó hasta quedar a poca distancia de él—. Tus expresiones, cada gesto —acercó sus labios al oído de él—, te delatan —susurró.

—Yo no miento —siguió con su falsedad.

—Mientes —volvió a susurrar. Se apartó de su oído y colocó su cara justo frente a la del rubio, pudiendo sentir su respiración.

—Linss —tragó saliva.

—Malfoy —dijo en el mismo tono que él, hasta que unieron sus labios y se dejaron llevar; como si volvieran a ser los mismos jóvenes en Hogwarts escabulléndose por los pasillos, antes de que ella se fuera a estudiar a otro lado.

Al separarse, Linss pudo notar ese brillo particular en los ojos de Malfoy, ese que solo aparecía cuando ella estaba con él. Sonrió y acarició su mejilla con ternura.

—No te creo nada, Malfoy. Sé que me amas —esta vez se paró de puntillas y besó suavemente la frente del rubio—. Pero yo también a ti, y es por eso que te dejaré ir.

—Te amo —murmuró Malfoy.

—Te odio, rubio —le sonrió con tristeza para girar sobre sus talones y salir de la habitación.

Ese día no solo sacó a Lucius Malfoy de su corazón, sino también el mundo mágico... ¿Qué caso tenía permanecer ahí mientras veía el resto de su vida noticias por aquí y por allá de la nueva superpareja? Un Malfoy y una Black. Un Malfoy y una Black. Un Malfoy y una Black.

Ella era fuerte, y no se dejaría vencer; no solo él era motivo para irse del mundo mágico, sino que, durante el tiempo que estuvo lejos, pudo convivir más con muggles, y se había dado cuenta de que no todos eran despreciables como le habían contado.

Encontraría su felicidad, lejos de él.

La persona que más había amado.

|𝖮𝖭𝖤 𝖲𝖧𝖮𝖳𝖲| 𝖬𝗎𝗅𝗍𝗂𝖿𝖺𝗇𝖽𝗈𝗆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora