(31) Stéphane Narcisse

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Engaño 

Entro al salón dando grandes zancadas, acompañada de Bash, mientras la multitud de gente que danzaba ni siquiera notó su presencia.

— Bash, ¿dónde está Narcisse? O más importante, ¿por qué ni él ni Lola están aquí? — preguntó a su acompañante, manteniendo la calma y tratando de que los celos no se apoderaran completamente de su ser.

— No lo sé — fue la respuesta que le dio el apuesto hombre, respuesta que no la dejó para nada satisfecha.

— Voy a buscarlo, y espero encontrarlo solo — dijo, ahogando un chillido de molestia.

— Espera — la retuvo del brazo mientras ella trataba de zafarse con molestia —, tranquilízate o vas a armar un alboroto — la joven se dio cuenta de que algunos presentes miraban en su dirección, contemplando semejante escenita, y decidió mantener la postura. — Solo no mates a Narcisse.

— ¿Y ahora te importa Narcisse? — sonrió incrédula — Bash, me dejó plantada, y casualmente ni él ni Lola están en el baile — hizo sonar el suelo al golpearlo con desesperación, estrellando sus zapatos mientras soltaba un gruñido.

— Lo sé, y no, no es como que me importe, pero no puedes asesinar a alguien y pareces maniática cuando estás celosa — aclaró.

— No voy a asesinar a nadie, creo — dudó, y por respuesta el chico abrió los ojos con susto —. Es broma, Bash — rio —. Tranquilo, solo lo buscaré.

— Bien, allá tú, suerte — dijo a la chica. Después de esto, se giró tomando una de las copas de licor y alejándose para ir con Kenna.

Ella se abrió paso entre la multitud para alejarse de la fiesta e ingresar a los corredores del palacio, los cuales o bien tenían a una que otra pareja teniendo sexo o estaban solos.

Pasó hasta los más lejanos y solitarios, donde había un gran silencio y la música ya no era siquiera audible. Estaba a punto de parar y regresar a la fiesta, de no ser por las risas que escuchó a dos o tres pasillos más.

Se dirigió al pasillo de donde provenían esas risas sigilosamente, sin hacer mínimo ruido al caminar. Se asomó apenas viendo dos siluetas. A la siguiente miró más detalladamente, definitivamente era Narcisse y Lola quienes estaban ahí. Lo siguiente que sus ojos vieron fue a Lola abalanzarse a Narcisse y besarlo "ya no hay respeto", pensó. Continuó viendo con el corazón latiéndole rápidamente, esperanzada en ver a Narcisse, SU PROMETIDO, alejarla o frenar el beso, tan solo eso y ella dejaría pasar todo eso, pero no fue así, al contrario, Narcisse continuó el beso con deseo mientras Lola se aferraba a su cuello con ambos brazos rodeándolo.

Era suficiente, no quería ver cuando Narcisse y Lola comenzaran a tener sexo en aquel pasillo. No iba a frenarlos, no iba a reclamar nada, ni gritar, tampoco aparecerse frente a ellos y golpearlos, porque aunque deseara hacer por lo menos una de esas cosas, no tenía la fuerza para hacerlo, estaba herida, y no físicamente, sino internamente.

Retomó su camino sin pensar con claridad, sometida a sus pensamientos y emociones. Se sentía como la persona más estúpida del mundo por haber creído que Narcisse, el hombre con mala fama, realmente la amaba. Tonta, tonta, tonta y mil veces re contra tonta por no hacer caso a las advertencias que le hacían todos, en especial Francis, Mary, y Bash. Tonta por haber creído en Lola, por haber creído que era su amiga.

Sin darse cuenta, estaba frente a la puerta de los aposentos de Narcisse. Por instinto, llevó la mano a su cuello y tomó la cadenita que siempre llevaba, la cual traía la llave para ingresar a los aposentos de Narcisse. Tiró de ella sin importar que se lastimara el cuello o se rompiera la cadena y abrió la puerta. Miró detalladamente cada parte, la mesa con papeles, una pluma y la tinta aún fresca de apenas hace unas horas donde Narcisse escribía algo para ella, la cama destendida y las almohadas estrujadas donde también hace unas horas atrás estaba metida con Narcisse.

Con lágrimas en los ojos, retiró de su dedo el pequeño anillo dorado que llevaba una piedra guinda, el cual le había dado Narcisse al comprometerse, y lo dejó sobre la mesa, donde él seguramente lo vería, pues se mantenía en esa mesa escribiendo cartas.

Se preguntaba cuántas de esas cartas habían sido para ella y cuántas para Lola.

Sin pensar más, salió de los aposentos y se agachó deslizando la llave por debajo de la puerta. No quería saber nada de Narcisse, tenía que olvidarlo, y tenía que salir adelante. Ella sí se había enamorado, pero el destino por algo no permitió su unión con Narcisse. Tarde o temprano cerraría la herida.

|𝖮𝖭𝖤 𝖲𝖧𝖮𝖳𝖲| 𝖬𝗎𝗅𝗍𝗂𝖿𝖺𝗇𝖽𝗈𝗆.Where stories live. Discover now