~• Capítulo 30 •~

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Mazikeen

23 de septiembre de 2016

Después de un verano lleno de viajes, felicidad con ellos volví hace tres días. Por fin me libre del moco y de los gigantes. Puedo estar sola a mi bartola.

Cómo todas las mañanas le mandé un mensaje de buenos días a mi padre y proseguí desayunando.

Después del desayuno miré la pantalla de mi teléfono, no me contestó y tampoco le llegó el mensaje. ¿Le irá el Wifi mal?

Marqué su número me salía como que estaba apagado. Qué raro, el a esta hora estaría despierto, conozco sus horarios.

Llamé a Evans que siempre andaban juntos, pero tampoco daba tono. Seguro que querrán intimidad ya que María volvió a Alemania junto a su padre.

Seguro es eso.

Terminó de tomarme el café sin desvío la mirada de mi teléfono. Mi consciencia me decía que algo no iba bien.

Iré a la mansión de mi padre para quedarme tranquila, seguro que se tiraron toda la noche follando y están exhaustos, solo debes calmar tu conciencia.

Salgo del apartamento por el ascensor al garaje subiéndome a mi moto. Fui allí a toda velocidad a las afueras de la ciudad.

Llegué entrando por el garaje, pero cuando la puerta se abrió había un camino de sangre y cadáveres. Me quité el casco totalmente descompuesta, me llevé la mano a la boca.

Empecé a negar con la cabeza, no llores Maze, ve y comprueba que solo lo atacaron y que ellos están bien. Me bajo de la moto caminando a paso lento.

Mi padre siempre tiene armas en esta zona por si acaso y se perfectamente dónde están. Muevo mis pies hacía mí derecha abriendo un pequeño armario en la pared lleno de armas. Agarro una pistola y la cargo.

Con las manos a la altura de mi cintura sujetando la pistola camino hacia una puerta que me llevaba al interior de la mansión viendo más sangre.

Empiezo a escuchar voces, algo que hizo que me quedará quieta. — ¿Donde está la chica?, —golpe.

Salgo de las escaleras rápidamente ocultándome detrás de una pared. Pide asomarme un poco, la escena hizo que me dejará sin respiración.

Estaba torturando a Evans entre tres hombres que parecían ser árabes. Él estaba atado a una silla de madera, cubierto de su propia sangre.

Él pobre apenas podía pronunciar palabra o levantar la cabeza de los golpes que no paraba de recibir.

Respiré hondo cerrando los ojos, calma Maze, si sacas al monstruo que llevas dentro será peor.

— No lo sé, —dice Evans a duras penas.

Se escucha otro golpe, —si lo sabes, si no lo dices morirás.

— No lo sé, te estoy diciendo. La avisé de que se escondiera mientras nos acribillabais a tiros, —sabe que si yo hubiera sabido de esto habría luchado a su lado.

Guardo el arma debajo de mi ropa pillada entre mis pantalones.

— Nuestra paciencia se agota, alemán, —amenaza uno de ellos.

Levanté mi mano, al lado mío había un jarrón, lo empujó un poco y cae al suelo rompiéndose, ahí se hace el silencio.

— Al parecer no solo estamos nosotros, —uno de los torturadores habla casi en un susurro con una voz ronca.

Me quedé completamente quieta escuchando como unos pasos gigantes se acercaban a mí. Respiré profundamente, voy a romperles en dos a estos hijos de puta.

Amor perverso [#II Saga emperadores de la mafia]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant