❄Capítulo 49❄

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Aunque los banquetes se llevaron a cabo uno tras otro, el número de personas aumentó gradualmente. Tal vez porque estaban de visita un enviado del Templo, asistieron bastantes sacerdotes.

Jess, que llegó primero al salón de banquetes con Zeros, presumió sus profundas ojeras y le preguntó a Rayglen.

—Su Alteza, veo que tiene muchas cosas nuevas.

—Sí.

—Es cierto, el número de accesorios ha aumentado.

Jess miró cada pieza de joyería con ojos repugnantes y luego cerró la boca.

Zeros, que notó este cambio, habló en nombre de su hermano menor.

—Son regalos que le dio Su Alteza, por lo que veo. Le quedan bien.

—No quiero escuchar esas palabras.

Rayglen miró con incomodidad su ropa.

La ropa sólo necesita tener formalidad y etiqueta básicas. No sabía por qué eran necesarios adornos complicados y costosos, pero no tuvo otra opción gracias a que Shuell lo persiguió junto a los sirvientes hasta antes de retirarse.

Usar más cosas no haría mucha diferencia, pero Shuell no dejaba de admirarlo.

Ella le mencionó que fueron adornos que compró cuando salió con las señoritas, y parecía haber dado vueltas por todo el centro de la capital con su pequeño cuerpo.

Si los sirvientes no la hubieran detenido, Shuell le habría colgado muchos adornos brillantes como la fuente en la plaza del Palacio Imperial.

—Tiene ojos para ver, Su Alteza. En los lugares donde compró se debe esperar un mes por cada compra.

—Puso mucho esfuerzo en unos adornos.

—Se decepcionaría si escuchara eso.

Sin embargo, la persona que se suponía se sentiría decepcionada no estaba con ellos en este momento porque estaba cansada.

Shuell, que compró un pesado molde de yeso y muchos otros objetos, se quedó junto a una enorme pila de regalos comprados para Rayglen.

«¿Son mis manos tan importantes?»

Rayglen se miró las manos, que no eran diferentes de lo habitual.

El ruidoso banquete se sintió extrañamente aburrido al ausentarse la persona que siempre charlaba alegremente.

Incluso Jess, que rara vez preguntaba primero, expresó sus dudas.

—¿Se encuentra bien?

—Parece que ha estado explorando el centro de la capital todo el día desde la mañana, así que es natural su cansancio.

—¿No se encuentra enferma?

—No... Tal vez.

Shuell, que estaba blandiendo un martillo hasta antes de que Rayglen se marchara, no se veía muy diferente de lo habitual.

Zeros también parecía estar preocupado mientras se frotaba la barbilla, pero pronto dejó escapar una pequeña exclamación como si se diera cuenta de algo.

—¡Ah! Su Alteza, ¿le devolvió el favor?

Rayglen no pudo responder a esa pregunta.

—Incluso si dice que no esperaba nada, Su Alteza pasó por muchas penurias. ¿No debería darle algo a cambio?

—Un regalo a cambio...

Como originalmente pertenecía a Netri, seguramente habría estado ataviada con todo tipo de cosas caras cuando vivía en el Sur.

La villana cautiva al Gran DuqueWhere stories live. Discover now