❄️Capítulo 80❄️

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En un instante, las personas se amontonaron alrededor de la mesa de apuestas. Algunos incluso le dieron consejos a Shuell.

—Pareces una señorita bien educada, pero detente aquí para que después no llores por haber malgastado tu dinero.

—Aposté 10 monedas de oro en esto, no es por nada, pero no gané ni una sola vez.

A pesar de esas palabras, Shuell estaba acariciando con la hierba arrancada y esperando a que se barajearan las cartas.

Los alrededores se llenaron de tensión.

Se barajearon las cartas y se colocaron 3 de ellas frente a Shuell. Todos parecían fascinados por la bolsa llena con monedas de oro que había junto a ella.

Shuell, que sostenía la hierba y tocaba suavemente las cartas, miró a Rayglen y él señaló con la cabeza hacia una dirección.

Shuell señaló con confianza la primera carta. Por supuesto, el resultado...

—Lo lament-... ¿Eh? ¿Acertó?

—¡Waaaaah!

En un instante, una enorme ovación resonó lo suficientemente fuerte como para devorar la emoción del Festival.

Shuell agarró con alegría la mano de Rayglen y señaló el oro.

—¡Gané dinero! ¡Lo gané! ¡Diez veces más!

—Estás diciendo lo obvio.

A diferencia de Shuell, Rayglen se mostró indiferente.

—Se-Señorita, ¿quiere jugar una ronda más? Ganó, pero sería una pena llevarse todo el dinero así. ¡Si gana otra vez, le daré 20 veces más!

—¡Está bien! ¡Será una pena si quiebras!

Shuell le guiñó un ojo al comerciante, tomó el dinero, apretó ligeramente la mano de Rayglen y escapó como si huyeran.

La hierba que sostenía tenía la capacidad de cambiar cosas pequeñas. En la vida real era inútil porque solo se podía usar en objetos pequeños, de cualquier modo, ¿quién pensaría que una hierba, encontrada comúnmente a un costado del camino, sería útil para apostar?

—¡Gran Duque, elige todo lo que quieras! ¡Hoy invitaré hoy! —exclamó Shuell con orgullo, mirando su dinero que se había duplicado de tamaño.

—No habrías ganado si no fuera por mí.

Shuell fingió no escuchar y esbozó una sonrisa.

Habiendo sido entrenado para combatir monstruos demoníacos, podía distinguir fácilmente momentos que la gente común no podía. Al ver cómo reaccionaba incluso al sutil aroma del yeso, parecía ser mucho más asombroso de lo que Shuell pensaba.

«Bueno, recaudó el dinero de otras personas mediante fraude, entonces, ¿yo no podía hacer lo mismo?»

Sorprendentemente, Rayglen, de quien pensaba no escucharía su petición, no dijo "sí" o "no", pero le mostró un con gesto que el comerciante había sacado a escondidas la carta tal como se esperaba.

—Escuché que mañana habrá un mercado nocturno —dijo Shuell, mirando con satisfacción su amplia bolsa con monedas.

—Ya veo.

Shuell infló sus mejillas ante la despreocupada respuesta.

—¡Debe decir que hará un poco de tiempo para ir!

—No contestaré.

—¿Ni siquiera por un momento?

Shuell golpeó el suelo con los pies como si estuviera decepcionada por la respuesta despreocupada de Rayglen.

La villana cautiva al Gran DuqueWhere stories live. Discover now