، 🦋 : Aceptando la realidad.

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Jimin parecía un niño pequeño esperando a que su madre saliera del baño, pues estaba sentado en la fila de los lavamanos, columpiando sus pies en la espera de que pasaran al menos diez minutos, para poder usar de excusa después que debe llegar a su casa temprano porque su hija lo espera para tener una tarde de películas, y al ser tradición, no podía romperla.

Todo estaba perfectamente calculado en su mente, cuando el sonido de la puerta principal del sanitario lo hizo brincar en su propio lugar, asustándolo al punto de llevar una mano a su pecho.

—¿No le molesta que esté sentado aquí? Puedo bajarme si lo incomodo. Sólo estoy haciendo tiempo —habló con su corazón latiendo con fuerza debido a la sorpresa.

Siguió con la vista sobre sus pies.

—No —escuchó esa voz tan conocida.

¿Todo le estaba saliendo tan mal como para encontrarse a Jungkook ahí mismo el día que decidió aceptar una cita muy aburrida para olvidarlo?

Alzó su cabeza. Sus labios formaron una línea recta y fina al ver a Jungkook delante suyo. Con sus brazos cruzados sobre su pecho. Vestido con jeans negros y una camiseta blanca, holgada. Su cabello no tan peinado como el día de la comida en su casa, pero aún así seguía viéndose lindo, a su parecer.

Parpadeó seguidas veces y mordió la punta de su lengua. No dijo nada. Ignoró su presencia.

—¿Qué haces sentado en el baño de un restaurante a las... —miró el reloj de su muñeca—, siete y media de la noche?

—Hago tiempo —respondió con la misma indiferencia.

—¿Para?

—¿Te importa? —usó un tono rudo—. Mejor me voy.

Jungkook mordió el interior de sus mejillas, conteniendo la sonrisa que estaba a punto de emerger. Jimin haciéndose el difícil era su nueva cosa favorita, más porque sus palabras decían una cosa completamente diferente a la forma en que actuaba su cuerpo. Sabía que ese rizado no podía ser tan malo con él.

Dio cortos pasos para estar justo frente a Jimin.

Jungkook recargó su espalda en la puerta de un cubículo. Ladeó su cabeza, sin dejar de notar ese nerviosismo en los ojos de Jimin, quién hacía de todo para evadir su mirada.

—¿Por qué eres tan malo conmigo, Jimin? Ya me disculpé por lo de hace años. Sabes que no fue mi culpa.

Jimin lo sabía. No era culpa de Jungkook, era suya. Le quedaba claro, remarcado en su mente, como si lo hubiese escrito en todas las paredes de su cabeza con tinta permanente.

Aún así, no era eso lo que lo tenía tan enfadado.

Eran sus celos, el remordimiento, el enojo de saber que no fue él con quien formó su familia, con quien se casó. Eso era lo que lo tenía de esa forma.

Entiende que tampoco tiene el derecho de, pero es algo que tiene atrapado en su sistema. Algo que cree superar pronto, encontrando algo en que distraerse, algo que lo mantenga alejado de los pensamientos sobre Jungkook, o algo que lo mantenga alejado de él fisicamente.

Se puso de pie, dispuesto a salir. Jungkook lo siguió con la mirada. Notó que rizado giraba con fuerza la perilla de la puerta del baño y ésta no se abría.

—¿Lo hiciste a propósito? —bufó—. Ábrela ya.

Jungkook negó alzando sus palmas como símbolo de paz. Esa no era su intención, ni siquiera se le ocurrió hacerlo, y... tampoco le iba tan mal para darse la oportunidad de hablar.

—Yo no lo hice. Se atoró sola.

—Perfecto, ahora me tengo que quedar aquí contigo hasta que alguien se digne a abrir la puerta por fuera —se cruzó de brazos, volviéndose a sentar en su antiguo lugar.

not you again, please › kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora