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Los elegidos acaba de llegar al 1K, gracias por leer 🫶🏼

Narrador omnisciente:

22 de octubre 1991..

Clase de transformaciones..

— ¡Eres una tonta! – exclamó Weasley hacia Hermione.

— ¡Y tú un...un! – la niña no encontraba nada que decirle.

Ron se había enojado con Hermione al ésta decirle que la profesora Mcgonagall los regañaria a él y Harry por llegar tarde.

— Haber Weasley – dijo Draco – ¡nunca vuelvas a insultar a Hermione frente a mi!

— Ay, tú callate, Malfoy – se quejó Harry.

— No, no me callaré, Potter – respondió – ustedes dos son unos incompetentes que para lo único que sirven es para comer, y nada más, por eso sus calificaciones son tan malas.

— Si...bueno, al menos yo.. – Harry fue interrumpido por Blaise Zabini.

— Si tanto están peleando entre ustedes..hagan una pelea de magos – propuso el moreno.

— Por supuesto que sí – dijo Ron – yo seré su padrino, ¿cuál será el tuyo, Malfoy?

— Yo lo seré – dijo Blaise.

— Créeme Hermione – dijo Draco, mientras preparaban todo para la reunión de su club de lectura – no sé, porque diablos Zabini dijo eso

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— Créeme Hermione – dijo Draco, mientras preparaban todo para la reunión de su club de lectura – no sé, porque diablos Zabini dijo eso...yo no quiero un duelo ni pelea ni nada con Potter.

— Supongo que él acostumbra a eso – dijo Hermione.

— Ay, claro que no – inquirió Draco – sólo es una excusa de Weasley y Potter para pelear conmigo...Zabini sólo contribuyó.

— Y si, ¿realmente él quiere ser nuestro amigo, Draco? – preguntó.

— ¿Zabini?, ¿Querer ser nuestro amigo? – preguntó el rubio incrédulo.

— Pues si quiero, Malfoy – habló el moreno detrás del rubio – además, ¿quién no querría ser tú amigo?

— No lo sé, ¿media escuela, tal vez? – mencionó Draco.

Blaise negó y la hora de lectura de los chicos inició.

Sala común de Gryffindor

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Sala común de Gryffindor..

9:00 p.m

— Hermione – susurró Malfoy en medio de la oscuridad – ¿estás lista?

— Si... – susurró ella en respuesta – ¿nos vamos? – Draco asintió y miró el atuendo de la castaña; una bata rosa.

Y no era por ser pesado, sino, que Draco estaba aún con su uniforme, no permitiría que vieran su pijama de gatitos. Hablando de gatitos el rubio recordó el gato que le regaló Hagrid, pero, que él mismo cambió por Mirr; su lechuza, ya que en el orfanato no se permiten.

— Eh, bueno, vamos – murmuró saliendo de sus pensamientos.

Los chicos habían salido de la sala común, aunque, no habían dado muchos pasos, cuando escucharon un gritó de alegría.

Era Peeves.

— Cállate, Peeves, por favor… – pidió – nos vas a delatar.

— ¿Vagabundeando a esta hora, Draco? – le preguntó él en vez de hacer silencio como el rubio le pidió – no, no, no. Malitos, malitos los agarraban del cuello, antes.

Hermione estaba desesperada y nerviosa ante el fantasma, ella lo había dicho bien; Peeves era y es un fastidioso.

— Tengo que decirle a Filch – mencionó Peeves y en su mirada se podía ver la maldad – es por su bien.

— Quítate del medio tonto fantasma – ordenó Zabini llegando dónde estaban y le dió un golpe a Peeves, y aunque no lo podía golpear como tal; eso fue un gran error.

— ¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA! – gritó con fuerza – ¡ALUMNOS DE LA CAMA, CERCA DEL SALÓN DE ENCANTAMIENTOS!

Draco, Blaise y Hermione, pasaron por debajo de Peeves y corriendo como si de sus vidas se tratase. Y a lo lejos se escuchaban los zapatos de Filch corriendo hacia el lugar donde estaba Peeves.

Los chicos llegaron al final de un pasillo dónde chocaron con una puerta.

— Oh, muévanse – ordenó Blaise, tomó la varita de Draco, golpeó la cerradura y susurró – ¡alohomora!

El pestillo hizo clic y la puerta se abrió, pasaron los tres, la cerraron rápidamente y se quedaron escuchando.

— ¿A dónde han ido, Peeves? – decía Filch – rápido, dímelo.

— Di: por favor – le dijo él.

— No me fastidies, Peeves – dijo – dime dónde fueron.

— Te diré algo si me dices «por favor» – dijo Peeves, con su molesta voz.

— Por favor – dijo Filch.

— ¡ALGO!, ja ja ja, te dije que si me lo pedías por favor, te diría algo – dijo el fantasma y se fue riendo. Y Filch quedó maldiciendo.

— Él creé que esta puerta está cerrada – susurró una voz, y los chicos voltearon asustados, pero sólo se trataba de Potter y Weasley – Peeves nos hizo lo mismo – explicó – ¡suéltame, Ron!

— Harry... – susurró Ron con pavor en su voz.

— ¿Qué pasa? – Harry se dió la vuelta al igual que todos y vio, claramente, lo que pasaba. Durante un momento pensó que estaba en una pesadilla; aquello era demasiado, después de todo lo que había sucedido.

No estaban en una habitación como ellos habían pensado, sino, que estaban en un pasillo, el pasillo prohibido del tercer piso y ya sabían porque estaba prohibido.

Estaban mirando directamente a los ojos de un perro monstruoso, un perro que llenaba todo el espacio entre el suelo y el techo.

Tenia tres cabezas, seis ojos enloquecidos, tres narices que olfateaban directo a ellos cinco, y tres bocas chorreando saliva entre los amarillentos colmillos.

Hermione ante la imagen que tenían frente a ellos se aferró fuertemente del brazo de Draco.

— Debemos escapar, ¿no? – preguntó Zabini inmóvil, tal como el perro estaba.

Los chicos salieron "sigilosamente del pasillo" y fueron hacia la puerta, porque; entre Filch y la muerte, preferían a Filch mil veces.

Los chicos salieron corriendo a dirección de la torre de Gryffindor, y las mazmorras.

— ¿Dónde estaban? – preguntaron Fred y George, y los chicos se espantaron.

— ¿Están bien? – preguntó Fred y Hermione lo abrazó fuertemente cerrando los ojos – ¿qué tienes, Hermione?

— Nada, ella no tiene nada...

Los Elegidos  || Harco Onde histórias criam vida. Descubra agora