Capítulo 13 ∞ Incapaz

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*–Luna–*

Aquella conversación con mi inquilina había cruzado mi cabeza todo el santo día. Ni si quiera cuando estuve con mis amigos pude dejar de pensar en lo que la fisgona de Elodie había presenciado. Había profanado mi cuarto oscuro, mi lugar donde guardar todo aquello que todavía era importante en mi vida.

Me marché antes de casa de Hugh, necesitaba dormir. No había dormido nada por la maldita fiesta. En cuanto entré por la puerta, mi atención se desvío hacia ella. Estaba sentada en el sillón con un moño del cual se escapaban unos mechones rubios. Unas gafas cuadradas le adornaban los ojos dándole aspecto de listilla, aunque tenía más el de una sexy secretaria. Leía un libro que la tenía ensimismada, pues ni se molestó en asegurarse de que era yo quien entraba por la puerta.

—Buenas noches —añadí quitándome la chaqueta y dejándola en el perchero.

—Hasta mañana —murmuró por lo bajo, pero sin levantar la mirada.

Esa chica me estaba volviendo loco. Estaba acostumbrado a ser el centro de atención, en que, cada vez que venía una inquilina nueva, yo fuera lo único importante en el jodido apartamento.

Con Elodie todo era tan distinto. Y aún no sabía el porqué no la había echado todavía. Tal vez tenía miedo de arrepentirme si lo hacía, aunque debía hacerme a la idea de que todo tiene su fin.

Al entrar en mi habitación, me cambié de ropa poniéndome una camiseta de tirantes lo más cómoda posible para dormir. Me metí en la cama lanzando los zapatos a donde cayeran. Y finalmente alcé los brazos cruzándomelos por debajo del cuello.

Intenté dormirme, pero había algo en el aire que me desconcertó. Mis sábanas, mi cama entera olía a ella. Era un aroma dulce de flores que se mezclaba con el mío volviéndolo cautivador y meramente irresistible. Apoyé la nariz en la almohada e inspiré profundamente para captar su exquisito perfume. Poco a poco me fui quedando dormido con la nariz aún hundida en mi almohada, hasta que comencé a soñar.

»Era verano. Las olas se juntaban con el reflejo del sol incitándote a sumergirte en ellas. Parecía todo tan real que me dejé llevar. Caminé por la suave arena que se hundía entre los dedos de mis pies.
»Hice un esfuerzo por vislumbrar una figura que se fundía junto a los rayos solares; tenía el cabello de ese color, un rubio trigo brillante que se movía con el viento igual que las olas. Me fui acercando a ella creyendo que la playa era infinita y jamás alcanzaría la orilla. Milagrosamente, lo conseguí, alargué mi brazo para tocarla y esta se dio la vuelta. Justo cuando su rostro coincidió con el mío, el sol se ocultó bajo un eclipse, pues no era quien yo pensaba, era una persona encerrada en mi cajón de recuerdos pasados. Había salido, había vuelto para causar más daño.

«Vete» le pedí.

«Yo nunca me iré, Ayden» al oír cómo me llamaba por aquel nombre mi sueño se rompió en mil pedazos y su voz siguió de fondo distante, pero seguía allí.

«Quiero que te vayas» supliqué casi gritando. «Por favor, vete, ¡vete!».

—Jayden, ¡Jayden! —me llamaba su voz desesperada—. Despierta, soy yo, Elodie.

Mis ojos se abrieron de golpe y, bajo la luz mortecina de luna que se filtraba por la rendija de las persianas, la vi. Yo la tenía agarrada en ambos brazos, apretándole lo suficiente para hacerla daño. Me miraba asustada como si me temiera, y no la culpaba por ello.

—Has-has tenido una pesadilla, no-no dejabas de gritar y yo... yo he venido a... —su voz temblaba al igual que su cuerpo.

En seguida solté mis dedos de sus hombros viendo cómo le había dejado rojas las marcas en el lugar donde había presionado su tenue piel.

EclipsadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora