Capítulo 15 ∞ Una nueva víctima

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*–Luna–*

—Gracias, Hugh —le dije abriéndole la puerta de mi apartamento.

—Nada, tío. No me ha costado nada conseguirlo. Pero solo una cosa. —Lo que me temía: preguntas—. ¿Qué tiene ella de especial? Nunca me habías pedido ningún expediente de las demás.

—Solo quiero saber a quién meto en mi casa, nada más —mentí.

—En ese caso, parece una buena chica. Un presa fácil, Jay. Más vale que te dure. —Se dirigió hacia el ascensor.

Me quedé pensando en sus palabras. ¿Elodie una presa fácil? No, yo creo que no. Era una chica difícil, demasiado difícil. Me costaba más entenderla que a ninguna otra que hubiese estado entre estos muros. Casi todas mis anteriores inquilinas eran tan fáciles de conquistar que hasta parecía un juego de niños.

Anduve hasta el sofá y comencé a leer. Una de mis cualidades era poder leer quinientas palabras por minuto, retenía los datos tan rápido que ni me daba cuenta de la velocidad a la que mis ojos bajaban de línea a línea.

En Yale se guardaban todos los expedientes de sus alumnos. Hugh era el mejor cualificado para burlar el alto sistema informático y proporcionarme la información que necesitaba para saber más sobre ella.

En primer lugar, Elodie Stuart no tenía ni si quiera una mínima multa de tráfico, era retorcido ver lo perfecto que era su expediente. Fue la mejor de toda su promoción, su coeficiente era de 126, sobrepasaba la media. Ganó varios concursos literarios y uno de sus artículos se público en un periódico de Kansas.

Pero tras analizar los datos básicos me centré en los datos personales. Tenía dos hermanos, en seguida, me imaginé cómo habría sido convivir con dos chicos desde niña. A parte de tener una vida plenamente feliz, había algo que me dejó atónito: Elodie se sometió a una operación a los cuatro años debido a una grave enfermedad hereditaria en la que estuvo apunto de morir. Sentí un nudo en la garganta al tener en mente la imagen de una niña con cabellos dorados tumbada en una camilla de hospital.

La puerta principal se abrió, y en un acto reflejo, escondí las hojas que poseían la información confidencial de Elodie. Mi corazón fue a mil por hora e intenté que no se me notara lo nervioso que me había puesto por su inesperada llegada.

Ella entró por la puerta, iba vestida como si llegara de algún lugar elegante. Eso no quería decir que no estuviera preciosa, aquel vestido azul cían resaltaba con su cabello. Se quitó los tacones que le estaban magullando sus pies y se los colgó de los de dedos de la mano.

—Buenas noches —le dije mostrándome educado.

Elodie no dijo nada, se limitó a mirarme como si estuviera sospechando algo en mi conducta impoluta. En seguida, me puse bastante tenso al sentir sus ojos clavados directamente en toda mi persona.

—¿Ocurre algo? —le pregunté ya incómodo.

Torció el cuello frunciendo la mirada.

—La raíz de 140 —me dijo sin darme tiempo a sopesar qué pretendía.

—11,8321 —respondí al momento dejando que mi cerebro hablara por mí.

—¡Lo sabía! —gritó como si hubiese demostrado la certeza de una teoría—. Eres superdotado como tu padre.

Me atraganté en cuanto pronunció a mi padre. ¿Cómo sabía que...?

—¿Me has estado investigando?

Fue a defenderse cuando no se le ocurrió ningún buen argumento que le salvara de la situación.

  —¡Quería... quería saber con quién estaba viviendo! —se defendió.

Si Elodie se enterase de que minutos antes estaba leyendo sus datos quizás mi orgullo se hubiese disipado.

—Pues ya lo sabes —me mostré cortante.

—Pero ¿por qué Yale? —preguntó.

Caminé hacia la cocina y me serví una copa de ron. Mientras sacaba unos hielos del refrigerador respondí:

—Porque aquí es dónde estudió mi padre.

—¿Solo por él? Podrías estar en Harvard, o en Oxford —su tono parecía emocionado, como si le hiciese más ilusión a ella que a mí.

—Yale fue la única universidad que me aceptó a los diecisiete años —confesé soltando una pequeña mentira en cierta parte. Necesitaba mantener a Elodie con la boca cerrada, pero la muy testaruda no se daba por vencida.

  Lo cierto era que entré en la universidad siendo menor porque mi padre puso mucho empeño en que así fuera. Yo podría haber pasado un año más en aquel internado con Hugh y los demás.

—Pero... —comenzó a decir cuando el sonido del timbre la detuvo para suerte mía.

Estaba seguro de que era Darline. La había dicho que viniera a verme y sabía de sobra que ella no sería capaz de negarse.

—¿Esperas a alguien?

Yo sonreí viendo como el rostro de Elodie reflejaba confusión.

—Así es, buenas noches —me despedí dándola a entender que no me molestara durante lo que quedara de noche.

Abrí la puerta y vi a Darline con una gabardina blanca, bajo la cual no llevaría más que ropa escasamente ligera. Portaba una botella de vino en la mano, y me sonreía como si tuviera en mente una de mis mejores fantasías.

         ∞ • ∞

Al terminar, posó una mano sobre mi pecho desnudo e inhaló aire. Yo me quedé mirando al techo. El polvo con Darline había estado bien, pero algo se debatía una y otra vez en mi interior. Genial, lo que me faltaba. ¡No podía follármela ni un minuto tranquilo! El rostro de Elodie cruzaba mis pensamientos como una maldición y me estaba volviendo loco. ¿Qué me estaba pasando?

—¿No te ha gustado? —inquirió ella al ver mi semblante preocupado.

—Has mejorado.

Aquel pequeño cumplido pareció satisfacerle porque volvió a subirse encima mío. Esta vez hice un esfuerzo por quitármela de encima.

—Tienes que irte —le ordené agarrándola por las muñecas.

  Darline resopló en cuanto le dije lo que más temía. Tenía que ser consciente de una jodida vez de que ella y yo solo éramos compañeros íntimos, no había nada sentimental y nunca lo iba a ver.

Se levantó de la cama para brindarme las vistas del torso desnudo de su espalda. Buscó su ropa interior y se vistió rápidamente.

—¿Me acompañas a la puerta?

Me puse los boxers y la acompañé como un caballero hasta la entrada de mi ático.

—Llámame cuando quieras echar otro.

—Lo haré —le prometí cerrando de un portazo.

Nada más quedarme solo di un golpe con el puño en la madera de la puerta. No sentí ningún dolor, me sentía como si lo que me doliera viniera de dentro.

Algo o, mejor dicho, alguien había entrado en mi vida volviéndola una absoluta locura. Ya nada tenía sentido. Ya no tenía yo el control. Ya no era ella mi víctima, ahora yo era la suya.

EclipsadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora