Capítulo 19 ∞ La primera

44.8K 3.3K 103
                                    

.–Sol–.

   Me sentía confusa. La versión mejorada de Jayden Irons era de lo más inesperada. Como si fuera una trampa y solo estuviese comiéndome el coco para conseguir lo que quería. Todavía no podía confiar en él, tenía que darle más tiempo y, sobre todo, tenía que conocerle mejor.

—¡¿Qué te esta pasando?! —le gritaba Cody desde el salón.

  Cody había venido a ver a Jay, ambos estaban discutiendo de una forma en la que las paredes vibraban. Los dos alzaban la voz desmesuradamente, eran hombres, hombres enfadados. ¡Y no me dejaban estudiar tranquila! Estuve a punto de levantarme de la cama para mandarles callar, opté por ser más pacifista.

Me vestí con lo primero que vi y salí de mi habitación.

—Tienes que parar con esto, te lo estoy advirtiendo porque eres mi amigo —le ordenó Cody señalándole con el dedo.

Cerraron la boca en cuanto me vieron entrar en el salón con la bandolera colgada al hombro y mis libros en la mano.

—No me dejáis estudiar.

—Lo siento —se disculpó Jay.

  Cody no dijo nada, esperó hasta que me marché del apartamento y entonces volví a oír como gritaba a Jayden. Puse los ojos en blanco, y me fui hacia el campus universitario.

  Eran tan solo las seis de la tarde y todas las mesas estaban ocupadas. Gracias a mi escasa suerte logré encontrar un robusto árbol en el campus. Algunos estudiantes se sentaban al otro lado así que bordeé el tronco y tomé asiento. Me sentí tan tranquila en aquel lugar perfecto para estudiar. Decidí que aquel sitio sería mi oasis privado para circunstancias como las que se habían montando en casa. Era el apartamento de Jayden, yo no podía estar controlando sus visitas ni imprevistos cada vez que le surgieran.

Estuve dos horas dándole a mis apuntes cuando una voz me detuvo:

—Elodie, se va a hacer de noche.

  Alcé la mirada para ver a Camille Belfourt a dos pasos de mí y con sus libros de Literatura.

—¡Cami! —la llamé por el apodo que le había impuesto—. Mi compañero no me dejaba estudiar, así que he venido aquí. —Miré a mi al rededor percatándome de que estaba anocheciendo y ya casi no había gente en el campus.

—Yo he estado en la biblioteca, tienen muchísimos libros. Un día tienes que venir.

  Me levanté limpiándome el césped de los vaqueros y dije:

—Sería estupendo.

—No tengo nada que hacer, ¿te gustaría venir a mi apartamento? —me propuso.

—Claro, por qué no, yo tampoco tengo nada que hacer.

—Te advierto que mi compañera es muy rara.

—No has visto a mi compañero de piso —bromeé. Nadie superaba al enigmático Jayden Irons, era de todo menos normal.

El apartamento de Camille estaba en la universidad. Los pasillos de las habitaciones eran inmensos, la cantidad de estudiantes que vivirían allí. Subimos varias escaleras hasta llegar a su puerta, en la cual había un cartel coloreado con acrílicos y purpurina en donde hubo alguna vez escrito un: bienvenido.

—Mi compañera se dedica a colorear todo lo que ve —me informó Camille.

Abrió la puerta y entramos en el salón. No era un espacio muy grande, pero era acogedor. Las paredes estaban pintadas de un peculiar naranja mandarina que le daba un toque especial al espacio. Había una televisión escondida en un armario color hueso. En cuanto al sillón, estaba recubierto de pelo blanco, varios puffs de colores enormes lo rodeaban. En las paredes había cuadros colgados que acabé por reconocer de inmediato.

—Camila, ¿ya estas aquí? —dijo una voz inconfundible—. ¡Elodie!

Fuera a donde fuera acababa encontrándome a Serena Cartwins.

—Mi nombre es Camille —la corrigió esta algo enfadada—. ¿Os conocéis?

—Sí &respondí.

  Miré a Serena, llevaba un moño hecho con dos palillos chinos y tenía un delantal de plástico lleno de pintura al igual que su rostro.

  —Vaya, Elodie, ¡qué coincidencia! ¿Qué tal te va por Yale?

  —Genial, he conocido a Camille —dije sonriendo a aquella chica pelirroja con la que había congeniado a al perfección.

—Lo cierto es que pegáis bastante como amigas, sin duda.

No supe cómo tragarme su comentario.

—Bueno, no te molestamos más —declaró Camille tirando de mí para llevarme a su cuarto.

  La habitación de Camille era como una librería particular. Estuve mirando todos sus libros, acabó prestándome algunos que me llamaron la atención y los guardé en mi bandolera.

  Ya era de noche cuando le propuse llamar a un tailandés para cenar algo. No pagar el alquiler tenía sus ventajas, como no tener que prescindir de la comida a domicilio.

Cuando llegó el repartidor, nos sentamos en el sofá del salón para disfrutar del banquete.

—¡No me sale! —gritó la voz de Serena desde su cuarto.

—¿Qué le ocurre? —le pregunté a Camille mientras hundía mis palillos en los tallarines.

  —Ni idea, está como una cabra.

  Camille tenía razón, Serena era extrovertida hasta decir basta. Cinco minutos después, entró en el salón y fue hasta el fregadero para lavarse las manos de pintura. Mi curiosidad actuó antes de que se volviera a ir:

—¿Qué te ocurre?

  —Un maldito cuadro, me obligan a utilizar una técnica que detesto —me informó quitándose el moño, y con él, las extensiones del pelo.

  Serena fue hacia la nevera y cogió un taper de espaguetis. Cuando este terminó de calentarse en el microondas, sacó un tenedor de un cajón y apoyada en la encimera me preguntó:

—¿Cómo te va con Jayden?

¿Que cómo me iba? No tenía ni idea de qué responder.

—Del uno al diez, yo diría que ocho —me mostré sincera.

Serena abrió los ojos, sorprendida. Luego volvió a enroscar los espaguetis con su tenedor.

—Es extraño —añadió con la boca llena—. Eres la primera rubia que convive con Jayden.

—¿Rubia?

¿Qué le pasaba a todo el mundo con ese tema? ¿Qué tenía de especial ser rubia?

—Verás, la gente comenta y, según he oído, a Jayden le van las morenas. Es como una obsesión que tiene o algo raro.

Así que morenas... Un punto muy interesante, un dato más sobre Jayden Irons.
Una de mis descabelladas ideas me cruzó la mente. Y Serena me iba a ayudar a ponerla en práctica.

EclipsadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora