Capítulo 50 ∞ Lágrimas

39.7K 3.5K 352
                                    

*–Luna–*

Nunca me había sentido tan solo, tan vacío por dentro, como si me hubiesen arrancado un pedazo del alma y el otro estuviera retorciéndose de dolor en mi cuerpo.

Por segunda vez, me habían roto el corazón, y esta vez fue más dura que la primera. Y aunque quisiera odiar a Elodie por haberme abandonado, no podía, no era capaz, mi subconsciente la seguía amando. Una vez se hubo ido, no me lo creí hasta que entré en su habitación, vacía. Sus sábanas aún olían a ella, pasé los primeros días durmiendo en su cama solo para conservar su olor conmigo.

Un día encontré una única cosa que no pudieron llevarse Serena ni la chica pelirroja cuando vinieron a por las cosas de Elodie. Era una caja de cartón y, dentro de ella, estaban todas las cosas que había conservado durante nuestra relación. El mini osito de peluche que gané en la feria del condado para ella. La primera edición de su libro favorito, ese que tanto le gustaba y que se negó a aceptar el día de su cumpleaños. La bola de cristal llena de nieve que le regalé por Navidad. Y miles de cosas más que estuve mirando durante horas hasta que comencé a notar algo húmedo en mi rostro. Una sensación que creía perdida desde hace mucho tiempo. ¡Estaba llorando! Lloraba porque la persona que más me importaba había optado por romper su promesa sin motivo alguno.

Una noche soñé con ella, en el sueño me decía que tenía que cambiar por los dos. En seguida, interpreté el mensaje; hice mi maleta con las cosas más esenciales, me despedí de Yale y del futuro que mi padre había impuesto para mí desde niño. Phillip juró desheredarme y yo solo le dije en modo de despedida: El dinero no lo es todo, padre. Y así comenzó mi nueva vida.

Estuve viviendo dos semanas en un apartamento de Manhattan. No tardó en encontrarme un caza talentos llamado Marcus, un buen fotógrafo que trabajaba para una revista y que, de entre todos mis trabajos, el que más le gusto fue el que estuve recopilando de Elodie. En un principio me negué a presentarlo en público, es más, le confesé que tenía la intención de quemarlo, aunque en verdad sabía que sería incapaz de hacerlo. Marcus me prometió que si lo exponía podría dedicarme al mundo fotográfico, solo debía dar un paso hacia un camino, uno que siempre quise tomar. Y lo hice, organizaron una exposición a lo grande. Por una parte, deseaba que ella pudiese estar en la inauguración para demostrarle lo que había conseguido, y que todo había sido gracias a ella. Pero por otra parte, no estaba seguro de querer volver a verla, me dolería demasiado.

—Está siendo un éxito —me dijo Cody dándome una palmadita en la espalda.

No sé que habría sido de mí si no hubiese estado Cody a mi lado. Le pedí perdón por no haberle escuchado cuando me previno sobre Elodie. Lo que más me sorprendió fue que no sacara su nombre en nuestras conversaciones, quizás, lo único que quería era que la terminara olvidando.

—Sí, es una gran noche —dije brindando con nuestras copas de champán.

Disfruté viendo a toda aquella gente que me felicitaba por mi trabajo. Algunos me hicieron preguntas sobre la estrella de la exposición, solo pude responder que la chica de mis fotografías era la más importante que había entrado en mi vida y también la que se había ido de esta.

Nunca me había sentido orgulloso conmigo mismo, pero aquella noche me apreciaba y esa sensación sentaba tan bien. Pero entonces llegó un momento en el que todo se rompió en mil de pedazos, fue cuando mis ojos se encajaron en unos cristalinos, unos ojos con los que había soñado cada noche desde su ausencia. Apareció como una luz en la oscuridad, como siempre, solo que al resurgir despertó la ira que había estado conteniendo durante aquellas semanas. La rabia, la furia y la culpa que me estuvo consumiendo, y ahora, quería salir. Y aunque quisiera despertarme de lo que yo interpretaba una pesadilla no podía, pues estaba aquí, de verdad.

EclipsadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora