Capítulo 16 ∞ El primer día

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.-Sol-.

Todo estaba premeditado para que acudiera a la universidad con tiempo suficiente, siempre he sido una chica extremadamente puntual. Estaba vestida, desayunada y con los libros y material preparados. Mi cuerpo temblaba. Jay me ofreció una pastilla anti-estrés que rehuí de inmediato. No podía estar medicándome cuando sabía que lo único que me pasaba eran nervios, nervios de empezar las clases en una de las mejores universidades de todo el país.

Me marché del apartamento y anduve con la barbilla alta hacia la puerta principal de la universidad. Según me habían explicado, todos los alumnos nuevos se sometían a una visita guiada durante tan solo una hora. Después debíamos acudir a nuestras respectivas clases.

-Los nuevos, venid por aquí -nos agrupó una alumna de un curso mayor y encargada de guiarnos-. ¿Estáis todos?

Me mantuve callada y escuché con detenimiento todo lo que nos contaba, pues era muy importante aquella información para sobrevivir durante el curso. Cuando terminó de explicarnos con lujo de detalle los horarios, pasó a relatarnos las instalaciones de Yale. Si bien Byron me había mostrado muchos sitios, orros no los conocía. Recorrimos el campus, los apartamentos de la universidad, el observatorio, la biblioteca, aunque no llegamos a entrar en ella, pues se nos acababa el tiempo.

La visita finalizó en seguida y, antes de marcharme hacia mi clase algo me detuvo; una chica, pelirroja y con gafas circulares que parecía profundamente desorientada. Deduce que era nueva, pues había estado con nosotros durante toda la hora de la visita. Me acerqué a ella con la intención de ayudarla.

-Hola, ¿necesitas ayuda?

Levantó la mirada y cogió aire antes de responder tartamudeando:

-Yo-yo no sé cómo llegar al aula de Literatura.

Supe de inmediato que aquella chica pelirroja era francesa por su fuerte acento europeo.

-Tranquila, buscaremos ambas nuestra aula. ¿Quieres?

Me dedicó una tímida sonrisa y nos sumergimos en uno de los edificios empedrados de Yale.

-Me llamo Elodie Stuart -me presenté.

-Yo soy... Camille Belfourt -me dijo estrechando la mano que le tendí.

-¿Eres de Francia?

-Bélgica -me corrigió-. Pero desde siempre he vivido en París.

-¡Oh, París! -dije con tono soñador-. Siempre he querido ir.

Ella se limitó a sonreír. Estaba claro que Camille era muy tímida, una chica de esas que les cuesta comunicarse.

-¿Vas a estudiar Literatura? -le saqué tema viendo cómo le gustaban las letras tanto como a mí.

-Yo... Me encanta escribir y leer. Pienso que escribiendo es una forma de comunicarme más... abiertamente.

Su vocabulario era excelente, supuse que durante su adolescencia habría estado dando largas jornadas de inglés.

-¿Hace cuánto que llegaste a New Heaven? -quise saber.

-Llevo todo el verano en New York -me informó.

Me había olvidado por completo de que New York estaba a dos pasos de New Heaven, ambos dando al mar.

-¿Estás nerviosa? -le pregunté viendo como me temblaba la mano.

-Muy nerviosa.

Algo me decía que Camille y yo acabaríamos siendo grandes amigas. Puede que la conversación no se le diera especialmente bien, pero tenía los mismos rasgos estudiosos que yo.

-Creo que esta es tu clase -le dije en cuanto no paramos frente a una puerta alta y robusta donde había una placa en la cual ponía: Literatura Universal y Avanzada.

-Gracias, Elodie.

Camille y yo quedamos en comer juntas para que ninguna estuviera sola en el gran comedor de Yale.

Tras dejarla en su aula, me dirigí a la mía. Comencé a ver rostros que me sonaban de haberlos visto en la fiesta de Jay; sin duda, la gente ya me conocía cómo la nueva inquilina del superdotado Jayden Irons.

Mi clase fue lo mejor de todo el día. Aprendí tanto en tan poco tiempo que tenía ganas de más. Los pupitres apilados en forma de cine me permitían ver al profesor desde una perspectiva mucho mejor, estar inclinada era más fácil a la hora de escucharle. Retuve datos que iba comunicándonos el profesor Gaslow. Aquel señor mayor era un auténtico genio en las ciencias políticas y los pensamientos exteriores. No me cabía duda que al escribir artículos o columnas en un periódico, te quedaras helada al leerle.

Comí con Camille en el impresionante comedor tan extenso que parecía no tener fin. La comida no era muy cara y estaba verdaderamente rica. Camille no comió más que una ensalada y se bebió una botella de agua mineral, era compresible, puesto que estaba excesivamente delgada.

Estuvimos durante todo el descanso hablando sobre libros y escritores europeos. Había leído muchísimo, quizás más que yo. Terminó dándome su número de teléfono para que nos volviéramos a ver. Tener una amiga cómo ella era estupendo. Camille era una amiga a mi nivel. Adoraba la sensación de dejar de sentirte especial por ser más lista que tus amigos.

Cuando terminaron las clases, salí de la universidad para dirigirme al apartamento. Estaba contenta, una sonrisa me marcaba el rostro de oreja a oreja. En cuanto pisara mi habitación, me pondría a estudiar todo lo nuevo que habíamos dado.

-Tú -gritó una voz a mis espaldas.

Seguí andando por la acera algo asustada. Entonces, una mano atrapó mi melena y me tiró hacia atrás.

-¡Eres una puta!

Se me cayeron los libros en la acera y conseguí darme la vuelta para ver a mi atacante; era ella, la anterior inquilina de Jay.

-Aléjate de él -me ordenó.

Era el momento de poner a práctica las tácticas de lucha que me habían dado mis hermanos. Siempre habían querido que supiera protegerme por mí misma.

-¡Quítame las manos de encima, loca!

La empujé con todas mis fuerzas, pero entonces me tiró contra el bordillo y comenzó a darme una y otra patada. Hice un gran esfuerzo por hacerla la zancadilla para tirarla al suelo. Me levanté jadeante antes de que volviera a cogerme. La muy astuta tiró de mi vaquero y volvió a derribarme; esta vez, me llevé un puñetazo que me dejó inconsciente. Luego, todo se volvió negro.

En multimedia hay una fotografía del interior de la universidad de Yale.

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