Capítulo 43 ∞ Renunciar a todo

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           *–Luna–*

Nadie lo veía normal. Hacían apuestas para ver cuánto íbamos a durar Elodie y yo. Ingenuos. No tenían lo mínima idea de cuánto la quería. Se creían que Elodie Stuart era un capricho más y que tarde o temprano encontraría una sustituta. Hugh y Scott se burlaban de que Jayden Irons hubiese caído en la red del amor y, en cuanto a Cody, bueno…, Cody se lo temía desde hace semanas así que no pareció sorprendido ante la noticia.

  —¿La señorita Stuart?

  —Está durmiendo —le dije al repartidor que había en la entrada.

  —Entonces firme por ella para que pueda continuar con mi trabajo.

  Firmé rápidamente en la hoja que me tendió y luego me hizo entrega del paquete. Era una caja no muy grande de cartón, en la cual pude ver que estaba enviada desde Kansas. Posiblemente, un regalo de sus padres para su hija. Entonces reaccioné, ¿un regalo?

  Entré en mi habitación con sigilo. Elodie dormía plácidamente sobre mi cama extendiendo las manos en el hueco que había dejado al levantarme para abrir la puerta. Era infinitamente preciosa, daba ganas de quedarse observándola horas, y lo mejor de todo era que me pertenecía.

No lo pensé dos veces, cogí mi equipo que guardaba en el armario y lo desenfundé. Encendí mi cámara y me la coloqué sobre el ojo izquierdo haciendo zoom hasta que pude verla a la perfección. Enfocando adecuadamente logré plasmar su belleza con aquella postura de costado y entre mis sábanas. Las mejores fotografías de toda mi vida. Cuando al final terminé, me di cuenta de que me había olvidado de lo más importante: el paquete.

Rebusqué en los papeles de mi escritorio hasta dar con el expediente de Elodie. Aún recuerdo la vez en la que le pedí a Hugh que me lo consiguiera para saber más sobre ella. Y en efecto, allí estaba la fecha de su cumpleaños, 6 de diciembre. Y hoy era ese día.

                 ∞  •  ∞

Acabé agotado. Estuve, toda la mañana de mi sábado, buscando el regalo perfecto para Elodie.

Seré estúpido, mira que no acordarme.

No podía permitir que ella se enterara de mi descuido. Menos mal que cuando llegué a casa, Elodie seguía durmiendo como si nada. Me deshice de los zapatos y me puse una sudadera gris de Yale para estar más cómodo. Volví a la cama y la abracé por detrás sumiéndome en un profundo sueño. Horas después, me desperté desconcertado y notando que ahora el que estaba solo era yo. Sería posiblemente mediodía por la cantidad de luz que bañaba la habitación, pues afuera estaba todo blanco.

—¿Elodie?

Me palpé la mejilla, en ella estaba la marca de la almohada, siempre me pasaba lo mismo. Hice un esfuerzo por levantarme de la cama y caminar hacia el salón. Suspiré aliviado al ver que ella estaba allí, hurgando en su paquete.

—¡Jay! —me llamó—. Ven aquí, mira lo que nos ha hecho mi madre.

  —¿Nos?

Me estrujé los ojos para vislumbrar el jersey de lana que extendía sobre sus dedos, en él había una J grabada en azul. Ella tenía otro jersey blanco puesto y con una E grabada.

—Si no te gusta no hace falta que te lo pongas.

—Trae aquí —le arrebaté el jersey de las manos.

  Me quité la sudadera quedándome solo con una camiseta de tirantes. Introduje el gran jersey de lana por mi cabeza y Elodie me ayudó a bajármelo hasta la cintura.

—Tu madre es una mujer estupenda —dije agradecido.

—Creo que ya eres parte de la familia —bromeó ella acariciando mi pecho para librar unas pelusas de lana que se extendían por la prenda.

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