Capítulo 38 ∞ Alguien especial

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               .–Sol–.
     
   Ahora todo se veía más claro. Que Jayden me hubiese confesado el recuerdo más doloroso de su pasado me ayudaba a entenderle. Había sufrido, le habían hecho tanto daño que de la brecha seguía brotando sangre y yo quería ser la venda que taponara la herida.

  —¿Estás llorando?  —me preguntó Jay alarmado al ver cómo, de mis ojos, brotaban lágrimas por doquier.

  —Nno... Snff. —Me enjuagué las mejillas.

   —Oh, por favor, Elodie —comenzó a suplicarme—. No llores, me rompes el alma. Es solo una maldita historia que me marcó la vida no quiero que ahora sufras tú también.

  —Lo... lo siento.

  Se arrimó más a mi cuerpo permitiendo que con sus grandes brazos me rodeara como una manta.

  —El que lo siento soy yo, no debí contártelo.

  —¡No! Es lo más bonito que han hecho por mí —dije separándome lo suficiente de él para mirarle a los ojos—. Nadie se había atrevido a confiar tanto en mí como lo acabas de hacer, Jay. Gracias.

    Me sujetó de la barbilla levantándola de tal forma que pudo besar una de mis lágrimas con sus finos labios. En aquel momento, no pude evitar sonreír, era increíble lo dulce y cariñoso que se mostraba conmigo. Era el antiguo Jayden, estaba surgiendo de nuevo.

                     ∞ • ∞

—Queridos presentes, demos las gracias por esta deliciosa comida que con tanto amor nos ha preparado vuestra madre.

    Todos los años, mi madre hacía puré de calabaza, ponía el pavo al horno y decoraba la casa de tonos anaranjados. Y otro acción de gracias más. Solo que este era diferente a los demás, pues nos acompañaba Jayden. Mi madre ya le había cogido cariño y, en cuanto a papá, de vez en cuando le soltaba alguna broma de las suyas.

    —Gracias —dijimos todos en la mesa con los ojos cerrados y las manos unidas con los que estaban en nuestros laterales.

   —Que aproveche —nos cortó el glotón de Colton para comenzar a comer.

   Jay se había sentado justo en frente  mío para tener el mejor ángulo posible donde fijar su mirada en cada uno de mis movimientos. Yo intentaba ignorarle, no quería levantar sospechas entre los curiosos de mi familia.

   —Mmm, Margaret, este año te ha salido increíble el puré de calabaza —añadió mi padre degustando el gran plato hondo que le había servido mi madre.

     —Eso es porque este año lleva un ingrediente secreto.

   —¡Déjame adivinar, mamá! —dijo Ben con la boca llena—. Este año le has echado una pizca de amor, ¿me equivoco?

  Mi madre se rio al momento tapándose la boca con la servilleta y añadió:

  —Yo siempre le echo una pizca de amor, Benjamin —tras contestar a mi hermano sus ojos rodaron hasta el callado de Jayden Irons—. Jay, ¿estás seguro de que a tus padres no les importará que pases acción de gracias con nosotros?

  Genial, mamá, hinca el diente en la yaga.

   Jay, aparentemente tranquilo, respondió:

   —Al contrario, mi padre es un importante hombre de negocios no tiene tiempo para estas celebraciones.

   Se hizo el silencio en la mesa. Nadie de mi familia veía bien la situación de Jay, ni si quiera yo.

  —¿Y de qué trabaja tu padre, Jayden? —rompió el hielo mi padre apoyando los codos en la mesa.

  —Frank, los codos —le riñó mi madre como me imaginaba que haría.

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