Capítulo 31 ∞ La diferencia

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        *–Luna–*

«Oh, Elodie. Sigo sin entender que estás haciendo conmigo. Te has hecho con mi alma bañándola con tu luz y devolviéndola a la vida. Parece como si me hubieses hipnotizado dándome unas palmaditas en el corazón para que este recupere de nuevo sus latidos».

    Me estaba volviendo loco, pues parecía una broma que la inconquistable de Elodie Stuart se dignara a estar entre mis brazos. ¡Mis brazos! Su ausencia era la peor de mis torturas que me consumían lentamente de arriba a bajo. Hubo un momento en el que creí haber oído la puerta del apartamento abrirse, estaba tan paranoico que minutos después supe que había sido una mala jugada de mi conciencia.

Miré mi móvil nuevo, el antiguo lo había roto y no tuve otra que comprarme el último modelo de iPhone. Era tan grande entre mis manos que me costaba manejarlo. Y el pesado de Cody me había petado a mensajes, ya que la noche anterior pasé de ir a la fiesta de disfraces para estar con Elodie. ¿Para qué ir a una fiesta en la que la única persona que me importaba no iba a estar?

   Volví a oír ruidos. ¿Estaba otra vez imaginándome cosas? Los ignoré hasta que los oí de nuevo. Me levanté de la cama y salí de mi habitación guiado por el sonido.

    —¿Elodie? ¿Ya has vuelto?

   Silencio, insólito y sepulcral silencio.

   —Estoy aquí —me llamó su voz desde el salón.

      Giré la esquina del pasillo y me la encontré de pie y de brazos cruzados. No parecía muy contenta, algo debía haber pasado.

   —¿Qué ocurre?

  Abrió la boca, pero se quedó muda como sino tuviera palabras. Me acerqué a su lado, pero cuando fui a tocarla, me apartó la mano de un manotazo.

  —Ni se te ocurra tocarme.

  Mi cuerpo se mantuvo rígido y mi semblante reflejaba preocupación desde todos los ángulos visibles. No dije nada, pensaba dejar que ella hablara para entender a que venía tanta hostilidad. Entonces comenzó a reír con sorna.

  —Así que la biblioteca, ¡qué poco original!

   ¿Qué? ¿De qué demonios hablaba?

  —¿Puedes ser un poco más concreta?

  —¿Más concreta? —me gritó—. Nos haces sentir únicas para satisfacer tu vida de mierda. Nos comes la cabeza con tus malditos trucos. ¿Llevas a todas a tus inquilinas a la biblioteca?

   Me estaba enfadando. Es uno de esos momentos en los que no entiendes que ocurre y solo puedes dejarle el trabajo a tu ira contenida.

  —Pero ¿qué cojones te pasa? —quise saber llevándome las manos a la cabeza de pura desesperación.

  —¿Que qué me pasa? —su voz se rompió—. Me hiciste creer que habías cambiado solo para aprovecharte de mí.

   Y lo entendí. Alguien había hablado con Elodie, le había contado cualquier cosa que la pusiera en mi contra. La gente no sabía que hacer con su jodida vida más que meter mierda donde no la hay. ¿Quién más sabía que llevé a Elodie a la biblioteca? Solo la había llevado a ella, pues yo sabía de sobra que adoraba los libros, un lugar especial a para alguien especial como Elodie. Con las demás no fui ni la mitad de romántico.

  —¿Quién ha hablado contigo? —No respondió—. Por Dios, Elodie. ¿Siempre te crees todo lo que te dicen?

  —¡Solo cuando tiene sentido! —se defendió alzando la voz más de la cuenta.

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