Capítulo 37 ∞ Blanco y negro

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            *–Luna–*

        »La conocí con solo quince años. Ella tenía solo un año más que yo, pero para mí no había edad que nos pudiera separar. Era mi musa, mi supuesta alma gemela, tan preciosa y extrovertida que parecía imposible que fuera mía. Se llamaba Merilyn Vermont, su padre era un importante y adinerado abogado que la llevó a estudiar a un colegio privado no muy lejos del mío. La conocí en una fiesta, y al verla, sentí un flechazo de esos que te dejan sin aire. En pocos meses me enamoré perdidamente de ella. Mery hacía lo que quería conmigo, me manejaba. Si me decía tírate por un puente, habría sido capaz de hacerlo. Era tan ingenuo que incluso le hacía los deberes solo por hacerla feliz. Me decía continuamente que el amor podía con todo y que estábamos predestinados a amarnos de por vida, la creí, cometí el terrible error de creerla.

        »—¿Queda mucho? —me preguntó inquieta desde el asiento del copiloto.

        »—No seas impaciente, en unos minutos llegaremos.

       »No dirigíamos a pasar las vacaciones en la casa de la playa que tenía mi padre en los Hamptons. Habíamos terminado el curso. Yo tenía los diecisiete recién cumplidos y ella iría a la universidad después del verano, en aquel momento no sabía que mi padre tenía la misma idea conmigo. Ambos queríamos disfrutar plenamente del lujo que nos ofrecía la mansión de la playa.

        »—Mira, allí está la casa.

        »—¡Es enorme! —saltó enseguida desabrochándose el cinturón a destiempo.

»Salimos del coche y me tocó llevar todas sus maletas hasta la habitación de invitados. Mery era la típica que derrochaba el dinero de papá en cualquier cosa que tuviera una etiqueta y precio, pero la quería más que a nada. La llevé de compras miles de veces, no le negaba ningún capricho, ni siquiera le negué un día lo que me suplicaba una y otra vez. Fue en la casa de la playa cuando me arrebato mi supuesta inocencia. Me acosté con ella enamorándome más de lo que estaba. Mery era una chica muy lista, si quería algo lo tenía por el medio que fuera.

  »—¿Te ha gustado? —me preguntó pasando sus dedos por mi cabello de un lado a otro. Una sábana blanca era lo único que nos cubría.

  »Yo miraba al techo pensando en lo que ambos habíamos compartido. Mi primera vez, tan especial a su lado. Sentía algo que revoloteaba mi estómago, pues me había entregado, sin temor alguno, a ella.

  »—Jamás voy a olvidarlo.

  »Ella sonrió complacida ante mi respuesta. Se subió de nuevo encima mío y me besó ferozmente. Mery lo era todo para mí, era mi vida, lo único importante que tenía. Como un estúpido adolescente me dejaba llevar por el amor como un ciego.

  »—Dime que me quieres —me suplicó que le dijera mientras se mordía el labio inferior.

  »—Te quiero, Merilyn.

»—No digas mi nombre, sabes que lo odio —se mostró fría al instante.

  »—Lo siento, Mery.

  »Volvió a sonreír y cogió la botella de champán que minutos atrás habíamos abierto. Se sirvió una copa y, de esa manera sexy que yo conocía, se la bebió hasta la última gota. Yo saqué dos cigarrillos del paquete y le ofrecí uno a ella mientras me encendía el mío. Una costumbre que compartíamos era fumar sin control de la marca más cara. Mery en varias ocasiones me hizo probar drogas como el éxtasis cuando nos íbamos de fiesta. Habían sido los dos años más intensos de mi vida. Casi no prestaba atención al estudio, pues en parte no lo necesitaba.

       »—Quiero quedarme aquí para siempre. Solos, tú y yo. Sin mi padre diciéndome lo que hacer o no hacer —dijo mientras expulsaba el humo lentamente dejando que el oxígeno de la habitación lo consumiese.

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