Capítulo 41 ∞ Lleno de luz

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           *–Luna–*

     —Vamos, vamos, levanta.

Levanté la persiana dejando que el tenue sol invernal inundara su habitación. Ella estaba cogida de su manta y hecha un ovillo.

  —Menuda bella durmiente, habrá que despertarla con un beso.

  —Vete —fue lo único que dijo somnolienta.

  Le retiré la manta sin previo aviso y consiguiendo enfadarla más de la cuenta. En seguida se vio obligada a cubrirse con la almohada. Opté por la última carta que me quedaba.

—No te ha sonado el despertador.

  En menos de un segundo Elodie se levantó apurada y salió corriendo hacia el baño. No pude evitar reírme, maldita puntual.

—No olvides peinarte, no puedes ir con esos pelos a la universidad —le dije al otro lado de la puerta lo suficientemente alto para que me oyera.

  Pasaron cinco minutos cuando Elodie llegó a la cocina peinada, vestida y con los libros en la mano. Pensé que se pararía a desayunar cuando fue directa a la puerta. Entonces ocurrió, el despertador que, supuestamente no había sonado, sonó. Ella se dio la vuelta muy despacio y posó sus ojos agua marinos en mi persona. No era tonta, sabía perfectamente que le había mentido en cuanto a la verdadera hora. Dejó caer sus libros contra la alfombra blanca y corrió hacia mí con cara de pocos amigos. Salté la encimera de la cocina y me fui hasta el punto más alejado posible, aunque  tampoco me sirvió de mucho.

  —¡Serás mentiroso! —gritó enfadada—. ¿Sabes el susto que me he pegado porque pensaba que llegaba tarde?
 
  —Me... Me hago una ligera idea —reí entre dientes. El asunto no supuso ninguna gracia en ella. Pronto, acabó acorralándome contra la esquina del salón.

  —No me das miedo —le aseguré.

  —¿Y si te digo que por venganza puedo ir, ahora mismo, a ver a... Byron?

   ¡Será listilla! Como se sabía mis puntos débiles.

  —No se te ocurriría —la desafíe.
 
Sacó el móvil de su pantalón y comenzó a buscar el número del cretino de Levis. Fue a darle al botón de llamar cuando la paré:

—¡Espera! No hagas nada de lo que te puedas arrepentir.

Sonrió, complacida, al ver como mi orgullo podía con todo. Aproveché la situación para quitarle el móvil en un movimiento rápido y audaz y se lo alcé alto para que hiciera un esfuerzo por atraparlo.

—No pienso seguirte el juego —me aseguró de brazos cruzados.

  —¿Ahh, sí? ¿Qué ha pasado con la Elodie peleona? —Al ver que no respondía volví a contraatacar—: Supongo que no estás a la altura.

—¿Me estás llamado bajita, Jayden Irons?

  —Mmm puede —sonreí con malicia.

Comenzó a empujarme con fuerza y yo dejé que me guiara hasta chocar contra el ventanal del salón. Se pegó a mi cuerpo y se puso de puntillas para igualarme en altura. Posó sus ojos en mis labios y, muy lentamente, subió la mano hasta lo alto para atrapar su móvil.

  —Ahora —susurró—, quiero saber por qué demonios me has hecho madrugar más de la cuenta.

  —Porque lo he decidido —contesté—. Vas a ser mi novia, y te voy a presentar a la sociedad de Yale como tal.

Su semblante cambió en rotundo. Estaba sorprendida, como si hubiese visto la cosa más rara del planeta.

  —¿Me tomas el pelo?

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