3. Señor, dame paciencia

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Abrió los ojos abruptamente y respiró hondo para normalizar la respiración.

Otra maldita pesadilla.

Inspiró fuertemente y soltó el aire en una gran exhalación. A continuación pasó su mano izquierda por la frente, de nuevo sudaba frío. Cerró los ojos y por un segundo revivió todo el accidente de nuevo. ¿Cuándo iba a superarlo? Era el único que seguía teniendo pesadillas.

Abrió los ojos y miró hacia la ventana, otra vez se despertaba antes del amanecer.

De un ágil movimiento se puso en pie y se dirigió al baño. Odiaba ducharse por la mañana pero no iba a negar que ahora mismo necesitaba una buena ducha; no obstante, primero revisaría a Ann.

Caminó hacia la habitación de su hermana y entró con sigilo, sin embargo al notar una enorme figura sobre la cama encendió la luz. Se apoyó sobre el marco de la puerta y sonrió, Ann no cambiaría nunca.

Sentado en la cama estaba el gigantesco oso de peluche que Aaron le había regalado cuando fue ingresada en el hospital debido al accidente. El peluche con una sudadera verde tenía los brazos cruzados en lo que supuso que sería un intento de corte de manga.

Annalise siempre tan sutil.

Con curiosidad se acercó al folio que había pegado en la cara del oso de peluche y leyó lo que su hermana había escrito

—Me levanté antes; yo gano, tú pierdes.

Rió y salió de la habitación para ir a la suya, tomó los primeros vaqueros y camiseta negra que vio y abandonó su casa.

Caminó por el parque Lorca mientras estiraba los brazos y meditó sobre la idea de salir a correr por las mañanas, total ya que se despertaba podía hacer algo productivo. Atravesó varios árboles hasta que finalmente llegó, Ann al verlo dejó de insultarlo a gritos y sacó la mano por la red donde estaba atrapada a varios metros del suelo.

—¡Estás completamente loco! —gritó Ann fuera de sí—. ¡Espera a que baje de aquí, voy a MATARTE!

—Buenos días a ti también hermanita —contestó con burla, Ann movió la mano en el aire como si intentara capturarlo, al darse cuenta que no servía para nada gritó frustrada.

—¡No puedo creer que pusieras una trampa! ¿Piensas que soy un oso o algo así? —preguntó Ann con indignación pero no lo dejó contestar y comenzó a gritar de nuevo—. ¡Si te crees que esto va a quedar así, la llevas clara! ¡No sé cómo, ni cuándo, ni dónde pero te juro que me vengaré por esto!

—Si, si... lo que tú digas —murmuró mientras se pasaba la mano por el pelo con tranquilidad, estaba tan acostumbrado a las amenazas de Ann que ya era inmune a ellas.

—¡Hablo en serio! —chilló Ann al ver que no le hacía caso.

—Vale, entonces te quedarás ahí hasta que prometas no tomar represalias contra mí —indicó con voz seria.

—Juro que no tomaré represalias contra ti —habló Ann por lo que él enarcó una ceja.

—Prueba otra vez y esta vez al menos intenta creerte la mentira —dijo con calma lo que causó que su hermana agitase la red con furia.

—¡Te descuartizaré en cuanto baje! ¡He visto Breaking Bad, sé cómo hacer desaparecer un cadáver! —gritó Ann moviéndose en la red lo suficiente como para asomar su cabeza por uno de los huecos y mirarlo amenazadoramente, de hecho si no estuviera dentro de una red a unos tres metros del suelo podría darle miedo.

¿El mejor sabor de helado? Tú (TQST Libro #3)©  [EN LIBRERIAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora