25. Tiempo de espionaje

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(Matt)

¿Cómo fue que acabó aquí?

¡Ah, sí! Estaba ahí porque Ann le había robado su ordenador portátil y amenazaba con tirarlo por el balcón como no se sentase en su diván para que ella pudiese hacerle un análisis psicológico.

―¿Qué ves en esta imagen?—preguntó Ann enseñándole una tarjeta de color blanco con una mancha negra.

―Una mancha—contestó con desgana, Ann asintió y le enseñó otra tarjeta.

―¿Y aquí?

―Otra mancha.—Ann le enseñó otra tarjeta y él rio antes de contestar—. En esta veo a mi hermana pequeña durmiendo con la cara llena de nata.

―¿Qué?—gritó Ann volteando la tarjeta hacia ella, su hermana frunció el ceño antes de romper la imagen por la mitad—. No volveré a prestarle las tarjetas a Dafne nunca más. Será mejor que revise el resto por si ha colado más fotos mías.

―¿Eso quiere decir que puedo irme? —preguntó esperanzado.

―No, aún no ha terminado nuestra sesión—indicó Ann sin dejar de revisar las tarjetas, él resopló y se removió en el diván con disgusto. Luego miró a Ann que rompía un par de fotos más y tuvo que concederle que al menos en cuestión de vestuario se metía en el papel de psicóloga. Usaba unos pantalones negros, una camisa de vestir de color blanco y llevaba el pelo recogido en una coleta alta.—¿Sigues teniendo pesadillas?

―No.—Ann entrecerró los ojos y lo miró fijamente—. Bueno, no muchas.

Ann asintió contenta y garabateó en su libreta antes de volver a mirarlo.

―¿Y a que crees que se deba eso?—preguntó Ann mirándolo con interés—. ¿Te ha pasado algo últimamente que te haya servido de distracción?

―Si, la rubia esa que nos encontramos hace unos días... ¿Tania?

Miró a la puerta y encontró a Dan allí comiendo palomitas de un gigantesco bol que tenía en las manos.

―¿Ya la has llamado? —se interesó su amigo y él negó con la cabeza.

―Aún no—contestó sin entender porque Ann parecía querer golpearlos a ambos—. ¿Qué te trae por aquí?

―Me dijo que si venía a una sesión terapéutica, hipnotizaría a Sonia para que me levantase el castigo—contó Dan señalando a Ann, luego suspiró y metió la mano en el gigantesco bol—. ¿Te puedes creer que ayer cuando fui a verla a la pizzería me llevó al baño sólo para enseñarme que llevaba puesto el sujetador de encaje rojo que tanto me gusta? ¡Eso es tortura!

Se echó a reír y Ann puso los ojos en blanco.

― Yo así no puedo vivir—se quejó Dan antes de meterse un puñado de palomitas en la boca—. No hago sino darme duchas de agua fría, a este ritmo cogeré una pulmonía.

Ann y él rieron y Dan lo miró con interés.

―¿Por qué dice Triz que estás celoso? —Puso los ojos en blanco y Ann se río con más fuerza.

―No estoy celoso, estoy preocupado—negó en rotundo y Ann rió más fuerte—. Ese tío me amenazó y me dijo que me alejara de ella.

―¿Eso fue antes o después de que contratases a Kyle para que lo envenenase? —preguntó Dan y Ann dejó de reír para fulminarlo con la mirada.

―Eso no importa—indicó agitando la mano con despreocupación—.Lo importante es que es un peligroso acosador y...

―Ser su "admirador secreto" no lo convierte en un peligroso acosador—recordó su hermana negando divertida—. Pero te daré la razón en algo, Pablo no es para ella, es demasiado serio y aburrido.

¿El mejor sabor de helado? Tú (TQST Libro #3)©  [EN LIBRERIAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora