Prólogo

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La puerta de la cafetería se abrió y el sonido de una campanita se escuchó por el lugar atrayendo la atención de todos los clientes hacía la persona nueva que ingresaba al local, pero momentáneamente dejaron de observar al ver que esa personas se dirigía a mi mesa. Me levanté de la silla un vez que tuve frente a frente. Extendí la mano con la intención de saludarlo, pero él me sorprendió al no tomarla sino me atrapó en un fuerte y apretado abrazo.

—Laila. —Susurró contra mi pelo. Apoyé mi cabeza en el hombro de Joseph, disfrutando del cariño que daba. Había olvidado lo que se sentía dar un abrazo, había olvidado lo que significa el calor de una persona que te quiere. Cuando nos separamos, Joseph tomó asiento en frente de mí y alzó la mano llamando a la camarera, la joven llegó rápidamente con libreta en mano.

—¿Qué desea pedir? —Preguntó la joven con una brillante sonrisa.

—Un capuchino para mí y tú Laila, ¿Quieres algo de comer?

—No, yo estoy bien con mi café —dije señalando mi taza. Una vez la camarera se marchó a traer el pedido, me giro a ver a Joseph—. Te vez bien. —dije vacilante.

Aunque siempre tenía un semblante serio y sin nada humor, Joseph Murray era atractivo a su manera. A la edad de treinta y cinco años seguía estando en buena forma y de seguro conquistaba a muchas mujeres, de eso no había duda, pero con el tiempo que llevaba con él jamás le vi de la mano con una mujer. Me pregunté si a causa de su compromiso al trabajo le estaba impidiendo formar una familia.

—Tú también has cambiado, Laila. —dijo Joseph y apoya los brazos en la mesa—. He perdido contacto contigo durante semanas, Laila, y pensabas irte de aquí dejándome con esta preocupación. ¿Por qué te vas?

Directo al grano. Algo que siempre se identificó en él.

—Verdad, eso pretendía hacer. —Respondí y no despegué la mirada de mi humeante café. Tal vez sentí vergüenza de admitir que eso era lo que pretendía y no pensaba decírselo, o quizás aún no he desarrollado esa confianza con Joseph, sin importar los años en que cuidó de mí y se merecía eso de mi parte al menos.

—Laila. —Joseph desplazó su mano cerca de la mía y la tomó, entrelazando nuestros dedos—. Sabes que puedes confiar en mi, hija.

Hija...

Hice una mueca que al principio se suponía que es una sonrisa. ¡Dios! Como había olvidado ese "hija" de padre. Nadie ha vuelto a llamarme de esa manera por muchos tiempo, porque la triste realidad es que no me quedaba nadie. Bueno, Joseph intentaba hacer el papel de padre y se lo agradecía, pero aún sentía que estaba sola. Desde que mi padre falleció, Joseph Murray se hizo cargo de mí como una última voluntad. 

Era increíble que mi padre confiara a un detective que apenas conocía, pero al pasar el tiempo me di cuenta que mi padre había tomado la mejor decisión. ¿Los Patterson? Bueno, ellos de verdad querían que me quedara y les agradecía el entusiasmo por recibirme en su casa, pero nunca estuve lo suficiente cómoda con ellos. La casa estaba llena de fotografías de Jack, Travis y Jonathan, mirándome sonrientes. Los recuerdos abundaban en ese estancia y fue mejor evitarlos. Así que ese día había tomado la decisión de irme de ahí para siempre y mudarme a Londres con Joseph, como él ya tenía su vida aquí eso hizo que fuera más fácil la estadía en mi nueva ciudad.

Sacudí la cabeza alejando esos recuerdos.

—He pensado ir a un centro de rehabilitación. —digo tomando un sorbo de café tibio. No quería ver la reacción de Joseph ante la noticia.

—¿Un centro?

El tono en como lo dijo demostró que lo sorprendí. Agité la mano, restándole importancia al asunto.

—Si, se trata más o menos que unas personas te ayudan a...

—Sé lo que es un centro de rehabilitación, Laila, lo que me pregunto es porqué.

—Prefiero no responder a eso.

Sí podía. Solamente me negaba a reconocer. Era mejor dejarlo así en vez de decir que durante estos meses estaba sintiéndome peor de lo que creía y debía alejarme si o si de la ciudad antes de que estallara. Las pastillas no surtían el efecto esperado y últimamente estaba más voluble, débil y la sensación de una soledad abrumadora. Por lo que opté tomar medidas e internarme en un centro de rehabilitación, al menos tengo la esperanza de que esto me ayudará.

Joseph suspiró abatido.

—¿Es lo que quieres? —preguntó.

Asentí: —Estaré por unos meses o más, lo suficiente para saber que estaré mejor una vez que vuelva de nuevo.

Él abrió la boca para decirme algo, pero la cerró cuando la camarera llegó con su pedido a nuestra mesa. Una vez que la chica se alejó volvió a mirarme.

—¿Podré llamarte? No quiero estar incomunicado contigo.

—Sin llamadas —dije bruscamente y Joseph asintió mientras bajó la mirada a su taza. Me mordí la lengua—. Lo lamento, no quería hablarte de esa forma, es solo que no permiten móviles ahí.

—No tienes porque disculparte, Laila —dijo con un tono suave—. ¿Cuándo te marchas?

Hubiera preferido que no preguntara.

—Ahora.

—¿Ahora? ¿Cómo que Ahora? Apenas te he visto y cuando por fin sé de ti me vienes a decir que no te volveré a ver durante meses a partir de hoy.

Me encogí de hombros: —Ellos me dijeron que te ibas, pero nunca me mencionaron cuando te ibas.

—Pensaba irme sin decirte nada, Joseph, pero al ver que uno de tus detectives me seguía creí que es mejor avisarte antes.

—Bueno, al menos sé que estarás bien. —Joseph dijo.

La alarma de mi móvil sonó y la pantalla se iluminó indicando que es hora de irme. Apagué la alarma y miré a Joseph, el tenía los ojo fijos en la ventana de la cafetería con los brazos cruzados y la mandíbula tensa.

—Debo irme. —Me levanté de la mesa y agarré mi abrigo. Lo miré pero desistí cuando no quiso devolverme la mirada, lo entendí. Dejé propina en la mesa para la joven antes de pasar por el lado de Joseph y darle un beso en su mejilla. Avancé cuatro pasos cuando una pregunta me hizo detenerme.

—¿Escapas de un muerto, Laila?

—Escapo de mis sentimientos. —Fue mi respuesta y me voy de la cafetería para subirme a mi automóvil y fijar dirección al centro de Rehabilitación.

















Te Encontré [ 2°T de TLA]Where stories live. Discover now