CAPÍTULO 40 - ¿Regresamos A La Acción?

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JACE


Su olor.

Sus labios color carmesí. 

Su cabello negro cayendo por su espalda. 

Sus tacones hacen eco en la estancia. 

Ella viene a mí moviendo sus caderas y imponiendo seguridad en sí misma. Sus ojos me observan con avaricia, descaro y perversión. Sonríe como una serpiente mientras se posiciona entre mis piernas y se arrodilla. Lamiendo sus labios rojos, sus manos comenzan a tocarme, suben por mis tobillos, piernas y finalmente muslos. Me quedo sin hacer nada más que permanecer sentado mirando como ella toca mi cuerpo con libertad. Ambos estamos en la misma sintonía, en busca de placer, aunque de distintas formas. Me pregunto como reaccionará cuando toque su piel pálida con el filo de mi cuchillo. 

—Oh, Dios. Me gusta mucho —ronroneó justo en mi oído y siento su lengua lamer mi cuello–. Sabes al mismísimo infierno. 

Infierno.

Todos tenemos uno en el interior. Quizás lo negamos, pero es la verdad. Tenemos un infierno que nos consume, nos vuelve adictos y que acaba al final con nosotros como si fuésemos una débil torre de naipes. Nuestros infiernos son tan parecidos. Lo que nos diferencian son nuestros demonios acechadores. Son infinitos, uno decide que forma tienen. El mío era representado por una mujer. Incluso muerta, seguía atormentado, contaminando mi cabeza con sus ansias de sangre con tal de hacerme caer de la fina línea que separa la cordura y la locura. 

Todavía puedo oír a mi madre. Justo ahora. 

Mata. 

Tortura. 

Tensé la mandíbula. Su maldita voz golpeaba mi cabeza con fervor. Quiere escapar para tomar el control. Son impura sus palabras, rebosantes de maldad y asquerosidad. Aprendí a convivir con ello e incluso me he dejado llevar por sus exigencias. En cierta manera, me satisfacía caer en la oscuridad y en lo sádico. 

Quiebra sus huesos. 

Urga en sus ojos. 

—No me dejas nunca, ¿eh? —mascullé, sacando el puñal que mantenía en mi bota derecha. 

Me subí la camiseta dejando mi torso al descubierto y sin pensarlo dos veces deslicé el fragmento afilado por mi carne. Jadeé. Las gotas rojas surgieron de la herida, corrió por mi estómago hasta la cinturilla de mi pantalón. Fue lento su desliz y tan caliente que me hipnotizó. Cierro mis ojos y dejo caer mi cabeza hacia atrás. Mi cuerpo se arqueó al sentir las oscuras sensaciones rodeándome, tentándome, dispuestas a tomar mi alma por completo. El segundo corte no se hizo esperar. Entonces sentí mi entrepierna ponerse dura, la sentí empujar contra la cremallera de mis pantalones. 

Oh, mierda...

Entonces me la imaginé. Siempre. Ahora ya no es la sangre que alimenta mis instintos y calma la voz que tortura mi mente, sino es ella, siempre ella. Mi bella noche. Sus ojos oscuros penetrando cada fisura de mi mente, su piel cálida y suave rozando la mía mientras nos movemos al compás en una interminable danza seductora. ¡Como la necesito! La anhelo tanto como el aire para poder respirar. Mi Laila. Su nombre es mi propia Ave María

Te Encontré [ 2°T de TLA]Where stories live. Discover now